Escogiendo edificar en lugar de derribar

“La mujer sabia edifica su casa; mas la necia con sus manos la derriba.” – Proverbios 14:1

Ninguna mujer en su sano juicio querría derribar su familia con sus propias manos o ser descrita como una vergüenza o como pendenciera.

Sin embargo, todos los días tengo una opción para edificar mi familia o para derribarla con mis palabras, mis acciones y mis opciones.

Recuerdo una de las primeras peleas que tuve con Dirk, la cual sucedió poco después de casarnos. Yo era un caos de furia – no podía entender cómo él no podía ver lo equivocado que estaba – y él era igualmente un caos, diciéndome que él ¡no podía entender cómo yo no podía entender lo equivocada que yo estaba! En lugar de aprender a trabajar juntos, en este punto de nuestro joven matrimonio usábamos nuestras diferencias para alejarnos y enfrentarnos.

A dos años de nuestro matrimonio, la tragedia del 9/11 golpeó nuestro país, y me cambió para siempre.

Escuché una tras otra las historias de los maridos que se fueron a trabajar ese día para no volver a casa. Escuché entrevistas de los esposos y los niños que no se dieron cuenta de que nunca verían a ver a sus esposas y madres de nuevo, y que nunca tuvieron la oportunidad de decir adiós. Y me prometí a mí misma que no quería que Dirk se fuera a trabajar llevando en su cabeza el pensamiento de que estaba molesta con él. Yo quería que fuera a trabajar sabiendo que era amado, y quería que él anhelara volver a casa.

Ahora, varios años más tarde, ¿he sido perfecta en esto? No, no por un largo trecho.

De vez en cuando todavía tenemos esas despedidas locas en las que él está gritando, “Ahh, ¿dónde están las llaves del coche? Se me hace tarde para el trabajo, nena. Ayúdame a encontrar mi…” Y sí, voy refunfuñando en voz baja y en ocasiones en su cara, “Sabes, si sólo las pusieras en el mismo lugar cada vez…” Ahhh, las realidades de la vida matrimonial.

Pero la buena noticia es que ahora, años más tarde, los dos sabemos nuestros defectos y tendemos a reírnos de nuestros absurdos en el calor del momento, en lugar de dejar que ellos se lleven lo mejor de nosotros. Los dos sabemos que necesitamos a Jesús y una gran porción de gracia.

Y por lo que volvemos a derribar o edificar.

Como mujeres, Dios nos ha dado el increíble don de la influencia sobre nuestras familias.

Todos los días tenemos la opción de edificar o destruir. ¿Vamos a buscarle la quinta pata al gato en todo lo que nuestros esposos o hijos hacen mal o vamos a pedirle a Dios que nos ayude a verlos como Él los ve; la manera en que los moldea y a sus personalidades? ¿Vamos a verlos a través del lente de la gracia, al igual que queremos que Dios nos vea a nosotras?

Tal vez has leído estos versos hoy y estás nerviosa preguntándote, “¿Estoy edificando más de lo que estoy derribando?” En días como hoy es cuando me gustaría que todas pudiéramos estar alrededor de la mesa de mi cocina y sencillamente hablarles cara a cara.

Hay gracia, dulce amiga… gracia y misericordia que son nuevas cada mañana (Lamentaciones 3: 22-23). Si encuentras que tu mente y tu corazón se llenan de miedo al leer los versos de hoy, déjame decirte que hay esperanza y gracia manifestada en Jesús.

Si últimamente te has encontrado más en el lado donde estás derribando que en el que edificas, entonces ve a Dios. Pide Su ayuda. Arrepiéntete de todas las formas en que has derribado a los que están en tu casa y pídele a Dios por Su fortaleza, Su sabiduría y Su orientación, y decide cambiar. Ve a los que has herido y pídeles que te perdonen. A continuación, perdónate a ti misma y acepta que la gracia de Dios se extienda sobre ti como Su hija. 

No permitas que Satanás te cubra con su manto de vergüenza. Sé proactiva y aumenta cada día el compromiso de primero ir a Dios. Estudia Su Palabra, aplica Su sabiduría a tu vida y entrega tu voluntad a la Suya. ¡Él te ayudará! ¡Él te guiará! Y en esos días cuando te vuelvas un caos de furia, entonces recuerda… hay gracia.

Ser una mujer que edifica su casa no se trata de ser la madre perfecta o la esposa perfecta. Se trata de ser una madre y una esposa que le entrega su vida al Arquitecto de su casa.  Ella le permite conducirla, guiarla, y a Su Espíritu trabajar a través de ella, mientras ama, sirve y se preocupa por los que están en su casa.

Amiga, recuerda: ¡Puedo hacer todas las cosas en Cristo que me fortalece! ¡Orando por ti para que vayas y edifiques a tu familia esta semana!

Por Ángela Perritt

 

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