¿Está tu vida marcada por el arrepentimiento? 

“Así que, arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados…” – Hechos 3:19

Cuando leemos sobre los patriarcas bíblicos, es fácil ponerlos en un pedestal y verlos como súper santos. Vemos que su fe es tan fuerte que pueden ponerse frente a la boca de un león, retar a un faraón y pelear en diferentes batallas. Pareciera que tenían tanto amor por Dios que estaban dispuestos a sacrificarlo todo, incluso a su único hijo.

David luce como uno de esos hombres, lleno de una fe que lo llevó a realizar acciones valientes.

Pero debemos recordar que todos los personajes de la Biblia, sin importar lo santos que parecieran, también fueron pecadores con necesidad de arrepentimiento.

El arrepentimiento es una de las características del creyente. Cuando Martín Lutero escribió sus 95 Tesis, él colocó esta como la número uno: “Cuando nuestro Señor y Maestro, Jesucristo, dijo ‘Arrepiéntete’, Él nos llamó a todos los creyentes a tener una vida completa de arrepentimiento.”

Pero, ¿qué es el arrepentimiento?

James P. Boyce, en su compendio Catecismo de la Doctrina Bíblica (1886), nos da una simple pero muy acertada definición de arrepentimiento:

“El Arrepentimiento es el dolor por el pecado, acompañado por determinación de, con la ayuda de Dios, no pecar más”.

Veamos esto de forma más detallada:

1. Observación

Algunas cosas son muy dolorosas de observar y el pecado es una de esas. Debemos tener cuidado con nuestras palabras, acciones y nuestros corazones. Si eres un pecador como yo, encontrarás mucha fealdad. La única manera de comenzar a ver nuestros pecados es por medio de la Palabra de Dios y la ministración del Espíritu Santo (Hebreos 4:12; Juan 16:8)

2. Tristeza

Cuando realmente vemos nuestros pecados nos sentimos tristes. No una tristeza superficial de sentirnos atrapadas, sino lo que Thomas Watson llama como una “agonía santa” del alma. La Biblia llama esto un corazón contrito (Salmo 51:17). Hablándole a Dios, David le dice en el Salmo 51:4, “… contra ti. Contra ti solo he pecado y hecho lo malo delante de tus ojos.”

Sin ver en contra de los demás que había pecado, David entendió que él había pecado contra su Santo Dios. Y esto es para nosotras también. Cuando gritamos a nuestros hijos, irrespetamos a nuestros esposos, derrochamos nuestro dinero o no cuidamos de nuestros cuerpos, estamos pecando en contra de Dios y esto debería de quebrantarnos también. 

3. Confesión

Con la tristeza viene la confesión. El arrepentimiento siempre incluye una confesión sincera y el remordimiento del mal que hemos hablado, actuado, o incluso pensado. A veces significa confesar ante otros. Pero siempre significa confesar nuestros pecados a Dios aceptando lo que hemos hecho sin poner excusas. La confesión glorifica a Dios (Josué 7:19), nos humilla y nos hace más dependientes de Jesús. La confesión es un medio por el cual se ablandan nuestros corazones

4. Odio

Este es uno de esos pocos momentos es que está bien sentir odio. El pecado es un destructor demoniaco que trae ruina a los hombres y a la creación, y el único sentimiento apropiado para este pecado es el odio santo. (1 Juan 3:8; Zacarías 3:4-5; Salmo 119:104). Debemos odiarlo porque entristece a nuestro Señor y deteriora nuestras vidas.

5. Alejarse

Por último, debemos huir del pecado y correr hacia Dios (Hechos 26:20).

El arrepentimiento no hace a una persona perfecta. Nunca te arrepentirás perfectamente en esta tierra. Incluso no nos salvará, porque ya hemos sido salvos. Pero el arrepentimiento es una actividad diaria y continua de nuestras vidas, porque somos pecadores con una necesidad diaria de misericordia.

Una cosa a tener en cuenta es que el arrepentimiento no es una manera de manipular a Dios para que nos bendiga y nos de lo que queramos. No es una forma de ganar el favor de Dios o una manera de hacer que esté “feliz” contigo. No se puede manipular a Dios para ser bueno. Él ya es bueno. Ya te ama más de lo que puedes imaginar y Él siempre bendice a Su pueblo.

El arrepentimiento es un regalo para nosotras. Mantiene nuestro corazón suave para con los demás para que la amargura no tenga cabida. Y mantiene nuestros ojos fijos en Cristo y en Su obra en la cruz, concientizándonos de que no podemos hacer nada en nuestro pecado y estamos en necesidad de Su ayuda divina.

Por Jen Thorn 

Loading controls...