¡Fuego!

Venía manejando luego de recoger a los niños de la escuela y lo que vi en el horizonte no me gustó para nada. Una nube de humo se alzaba cada vez más alto; humo blanco y humo negro. Como no es la primera vez, ya sé lo que significa: un incendio forestal en la zona boscosa que está cerca de nuestra casa. 

Traté de calmar a mis hijos porque ellos lo vieron enseguida y se asustaron. Créeme, no es el tipo de paisaje que alguien pueda disfrutar. Gracias a Dios los bomberos pudieron contenerlo rápido y no pasó de 24 horas. Al final se quemaron unos 240 acres de árboles. 

Al día siguiente, mientras regresaba otra vez de la escuela, observé algo que me llamó la atención. Ese bosque tiene fundamentalmente dos tipos de árboles: pinos y otros llamados melaleucas. Estos últimos arden fácilmente y ahora, luego del incendio, hay muchos claros en el bosque. Sin embargo, lo que llamó mi atención fue que la mayoría de los pinos sobrevivieron y todavía están verdes. 

Cuando lo vi, no pude evitar pensar en este pasaje de la Escritura:  

“Cuando cruces las aguas, yo estaré contigo; cuando cruces los ríos, no te cubrirán sus aguas; cuando camines por el fuego, no te quemarás ni te abrasarán las llamas” (Isaías 43:2, NVI). 

Evidentemente el fuego ardió alrededor de esos pinos, pero las llamas no los abrasaron.

¿Y en nuestro caso? Este versículo tiene una palabra que se repite y que no podemos pasar por alto: “cuando”.  En este caso “cuando” es una conjunción y sobre esto dice la Real Academia: "conj. t. En el tiempo, en el punto, en la ocasión en que". 

Es decir, en un momento dado. ¿Qué quiero decir? Es un hecho que habrá momentos en que pasaremos por el fuego de la vida. Qué interesante que Dios no promete en ninguna parte que no nos pasarán cosas malas o que no enfrentaremos dificultades, PERO sí nos promete acompañarnos. 

Mira, si el Señor nos librara de cuanto fuego aparezca en el horizonte de nuestra existencia humana, nunca creceríamos espiritualmente y creeríamos que ciertamente podemos vivir sin Dios. 

El horno de fuego es una parte necesaria de nuestra vida cristiana, si realmente Dios va a transformar nuestras vidas. Los amigos de Daniel experimentaron un horno literal, calentado siete veces más de lo normal. Dios no los libró de llegar hasta el horno, pero la Biblia nos relata que estuvo con ellos allí dentro. Y cuando salieron, ¡ni a humo olían! 

Tal vez a ti y a mí no nos toque un horno literal, pero puedes estar más que segura que el fuego viene. A veces me asusta pensar en situaciones que son o pudieran ser “fuego” para mi vida. No obstante, le pido al Señor que yo pueda decir como aquellos tres jóvenes hebreos:

“Si nos arrojan al horno ardiente, el Dios a quien servimos es capaz de salvarnos. Él nos rescatará de su poder, su Majestad [aquí puedes poner cualquier situación que parezca tenerte agarrada y no te deja ir]; pero aunque no lo hiciera, deseamos dejar en claro ante usted que jamás serviremos a sus dioses ni rendiremos culto a la estatua de oro que usted ha levantado [no me rendiré, no deshonraré a Dios]” (Daniel 3:17-18). 

Creo en las promesas de Dios. Si Él ha prometido estar conmigo en el fuego, lo va a estar. Él no es hombre para que mienta, ni tampoco cambia de parecer. 

Las melaleucas se quemaron en pocas horas. Los pinos todavía exhiben sus verdes ramas. ¿En cuál de los dos grupos quieres estar? Yo escojo el segundo. 

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