Guardando tu matrimonio (Parte 2)

El huerto era el hogar de Adán. En Génesis 2:8-15 Dios describe toda su geografía e inmediaciones. Esta descripción delinea su extensión y sus límites. Al situar a Adán allí, Dios le da órdenes claras y específicas en cuanto a sus responsabilidades, privilegios y límites para que le fuera bien (v.15-17).

Su responsabilidad era triple:

1) Cultivar, mantener y proteger su relación con Dios.

2) Labrar y guardar el huerto.

3) Cuidar, mantener y proteger a su esposa.

Dios le proveyó a Adán la razón primaria de su trabajo y responsabilidad: su esposa. Una mujer hecha a su medida, capaz y adecuada para procrear hijos junto a él.

Como individuos, matrimonio y padres, Adán y Eva tenían sus responsabilidades bien delineadas por Dios. Era su deber sujetarse a esas instrucciones a fin de poder mantener y guardar su vida espiritual, su matrimonio y su hogar.

Sin embargo, con el nacimiento de los hijos muchos padres olvidan las instrucciones de Dios y se vuelcan al cuidado de ellos a tal grado que descuidan su relación matrimonial y dañan a sus hijos malcriándolos. Por ejemplo, los llenan de regalos, los privan de responsabilidades y no les establecen límites en lo personal, lo familiar, lo social, lo espiritual, lo académico y en otras esferas.

En la medida en que los hijos crecen deben conocer el conjunto de responsabilidades que viene con su crecimiento y madurez, para ir moldeando y formando mejor su carácter. Cuando esto no se hace, los hijos que debían ser una bendición, terminan siendo los causantes principales de muchos problemas y desacuerdos en el matrimonio y el hogar.

Criando Hijos Responsables

Los hijos deben contribuir al bienestar de la relación familiar. Deben ser criados bajo las normas bíblicas para que sean de bendición en el hogar de sus padres durante su crecimiento y en el que luego ellos formarán.

Como los responsables legales, sociales y espirituales de los hijos, los padres deben darles responsabilidades desde temprana edad y establecerles límites de comportamiento personal e interacción en el hogar. Deben también regularles su comportamiento e irlos disciplinando para que sean personas y ciudadanos de provecho y bendición.

Estableciendo Límites

Los límites cumplen una función muy importante. Definen responsabilidades y nos sirven de señal para preservar el orden y el respeto mutuo. También definen y nos preservan en lo espiritual, lo emocional y lo social.

Tanto los padres como los hijos deben conocer claramente los límites trazados por Dios para los miembros de la familia y, sobre todo, deben hacer que se cumplan. El límite conserva el orden, la prudencia, el respeto y la armonía del hogar. Límites de tono, de actitud, de horario y de obediencia entre otros.

Los límites varían de acuerdo al nivel de relación de los miembros del hogar -entre cónyuges, padre e hijos, amistades, etc.- y nos ayudan a saber cuándo otras personas o nosotras mismas estamos traspasando los límites de hacer un bien a hacer un mal. Tengamos claro cuándo estamos irrumpiendo en territorio ajeno, faltando el respeto, sobrepasando la confianza o cuándo estamos perjudicando al otro y viceversa.

Cuando no establecemos límites claros y los hacemos valer, creamos una confusión en la mente de los demás y especialmente en la del niño. Dios desea que aprendamos las instrucciones de Génesis 2-3, que las apliquemos en el matrimonio y las traspasemos a los hijos para que ellos también conozcan sus responsabilidades, su rol como hombre o mujer, cómo deben interactuar y guardar su matrimonio, y cómo criar hijos responsables.

Los hijos son los espectadores siempre presentes en el hogar y reproducen todo lo que ven y escuchan. Procuremos pues que la película que vean a lo largo de su vida sea la de padres que aman a Dios, que se aman entre sí, que se respetan mutuamente, que cuidan su matrimonio y que tienen sus prioridades en el orden divino.

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