"Hoy no es mi día"

Fue uno de “esos” días. Para comenzar, me levanté cansada por haberme acostado muy tarde la noche anterior. Aunque quería andar rápido, mi cerebro iba en cámara lenta. No salimos de la casa a la hora necesaria y llegar a la escuela con los niños puntualmente sería un desafío en el tráfico tan complicado de la mañana. Pero llegamos. Me dispuse a regresar rápido, tengo tanto que hacer hoy que las 24 horas se quedarán cortas.

Ya había avanzado bastante en el camino de vuelta a casa cuando suena el teléfono con un aviso de mi calendario: ceremonia de premiación en la escuela. ¡Oh, no, se me había olvidado!

Un giro en “u” para regresar. Ahora tengo todavía menos tiempo disponible. Llegué a la escuela, estacioné el carro y a esperar que llegara la ceremonia, dentro de media hora. ¡Sorpresa! Cambiaron la ceremonia de día… será la semana que viene. ¿En serio?

Volví a subirme al auto para regresar a casa, por segunda vez. Y mientras manejaba pensé: Definitivamente, hoy no es mi día. De inmediato el Señor me contestó con su Palabra: “Este es el día que ha hecho el Señor”.

¿Te ha pasado? Todo parece ir en nuestra contra y, entonces, enseguida pensamos o decimos: “hoy no es mi día”. ¿Sabes algo? Es verdad, no es tu día, no es mi día. Es el día que ha hecho el Señor. Antes de que tú y yo nos levantáramos, incluso antes de que saliera el sol, ya Dios sabía lo que este día traería.

Muchas veces comenzamos a vivir nuestras 24 horas tan enfocadas en las cosas que tenemos por delante, que nos resulta difícil recordar que no es nuestro día, es el día que el Señor hizo, que nos regaló y que nos da la oportunidad de vivirlo. Ese pasaje bíblico que cité es de un Salmo y dice así:

“Éste es el día que el Señor ha hecho; y en él nos alegraremos y regocijaremos”

(Salmo 118:24).

Podemos ver el pasaje de dos maneras. La primera, el día lo hizo el Señor y nos alegraremos y regocijaremos en ese día porque Dios lo hizo. La segunda manera, nos regocijaremos en el Señor, el autor del día. De cualquier modo estamos reconociendo que Dios tiene la soberanía sobre nuestro tiempo y que en su misericordia Él nos permite vivir cada día.

El profeta Jeremías lo entendió muy bien: “Cada mañana se renuevan sus bondades; ¡muy grande es su fidelidad!” (Jeremías 3:23, NVI). Dios no escatima Su bondad para con nosotros. Al contrario, las renueva cada mañana.

¿Cuál es entonces nuestra mejor manera de responder? Alegrarnos y regocijarnos aunque nos parezca que el día empezó al revés.  

Señor, ayúdame a recordar que en verdad hoy no es mi día, es tu día. Tú lo hiciste, lo tienes bajo control y tu misericordia se ha renovado una vez más. Hoy quiero alegrarme en ti y en este día que has hecho. Gracias por ese regalo. En el nombre de Jesús, amén.

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