La familia: Rescátala

La familia enfrenta amenazas. El relativismo moral está socavando las bases de la integridad personal y minando a la familia y la sociedad. Este relativismo establece que todo está bien si satisface nuestra utilidad personal. Este concepto goza de gran aceptación pues abre la puerta de par en par a la tolerancia a todos los niveles, la cual establece que nada es malo ni bueno en sí mismo.

A esto se une la idea de que la aceptación mayoritaria determina lo permisible en cuanto a la conducta individual y familiar. Muchos encuentran apoyo y basan el fundamento de sus decisiones sobre la justificación de la opinión generalizada: “todo el mundo lo hace”. De esta forma, ser adultero, homosexual, fornicario, drogadicto, deshonesto, inmoral, irresponsable, mentiroso, etc., es visto como aceptable, bueno y válido, porque la mayoría lo practica o lo ve bien. El apelativo es: “Si te sirve y hace feliz, ¡hazlo!”

La familia no solo está amenazada, sino infectada y corrompida por estos conceptos. La publicidad que hacen los medios en la propagación del «desvalor y desvergüenza» en la vida personal, lejos de ser una ganancia y signo de madurez como se quiere mostrar, es la raíz de la permisividad que ha dado fruto a la destrucción de la moral y el hogar.

El relativismo moral ha dejado a un lado, entre otros cosas, a los principios fundamentales y bíblicos sobre la vida, la sexualidad, el respeto, la dignidad y el matrimonio. Frente a los embates de conceptos tergiversados y pecaminosos, la Biblia debe ser el estandarte de vida y la norma suprema para los creyentes y la familia cristiana, para de esta forma poder mantenerse pura, sana y firme.

Es la responsabilidad de cada creyente pelear ardientemente por la fe una vez dada a los santos, la santidad de la vida, el matrimonio y la familia. Y sobre todo, rescatar los valores bíblicos sobre las verdades absolutas de un Dios igualmente absoluto. Extraño como parezca, los absolutos nos preservan mientras que el relativismo nos conduce a la ruina.

Fue la permisividad de un terreno poco firme lo que terminó cediendo en la ‘Parábola de la Familia o Dos Cimientos’ de Mateo 7:24-29. Mateo dice: “y cayó, y fue grande su ruina”. ¿Por qué? Porque el hombre insensato no construyó su casa sobre la roca, sobre terreno firme que NO CEDE. Así, nosotras tampoco podemos darnos el lujo de negociar y ceder nuestros principios y valores bíblicos.

Construir nuestro hogar sobre el terreno firme de los absolutos bíblicos no es tarea fácil. Existen dos cosas que hacen difícil esta tarea: nuestra carne y el mundo.

Nuestra carne: Volvernos uno, es decir, fijar los cimientos de nuestra vida y el hogar a la Roca que es Jesucristo, implica ahondar y enfrentarnos a las verdades bíblicas que descubren y batallan con nuestros deseos pecaminosos y, sobre todo, con nuestra propia opinión.

El mundo: Es feroz luchar en contra de las filosofías baratas pero atractivas de la sociedad que nos lleva la contraria y que es ayudada por los medios, incluyendo, entre otras, la pantalla grande y chica, la música y aun la instrucción escolar.

Pero… hay una pregunta importante… ¿Cuánto vale para ti tu hogar? ¿Cuánto valen tus hijos? ¿Cuánto vale tu matrimonio? Para Dios, Su familia, hijos e iglesia, valían lo suficiente como para poner Su vida. Por eso se hizo humanó y enfrentó la Cruz. ¿Y tú, que harás? ¿No te parece que debes rescatarla?

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