“Porque los hombres serán amadores de sí mismos…amadores de los placeres en vez de Dios”, 2 Timoteo 3:2-4
¿Te has tomado tu selfie? ¿En cuántas redes sociales lo publicaste? De ser así, eres parte de estas estadísticas (¡y yo también!): Instagram tiene más de 53 millones de fotos con la etiqueta (hashtag) #selfie. En Twitter y Facebook, durante un período de una semana (en Octubre, 2013) hubo más de 150.000 tuits y 360.000 actualizaciones de estado, respectivamente, con esa etiqueta.
Presidentes, celebridades, atletas, todos han caído en las garras de la fiebre del selfie, lo que nos recuerda la famosa fiebre del oro de mediados del siglo XIX en California, cuando más de trescientos mil inmigrantes llegaron a San Francisco al esparcirse la noticia del descubrimiento de oro. Las pasiones fueron despertadas por la ambición del preciado metal. San Francisco se transformó vertiginosamente de una pequeña aldea a una gran ciudad. La ambición por riquezas instantáneas movilizó a cientos de miles de personas.
¿A qué podemos atribuirle la actual fiebre de los selfies? ¿Detrás de qué corremos en esta generación? Si nos detenemos a analizar la historia de la humanidad, no se ha tratado únicamente de la fiebre del oro o de los selfies, sino de que nuestros corazones se desbocan por las vanidades de la vida y se nos dificulta dejar de correr tras el viento como dijo el autor de Eclesiastés (1:14).
Como señala el refrán popular “la fiebre no está en la sábana”, el problema no era el oro como tampoco lo es el selfie por sí mismo, sino que la fiebre proviene del interior, de nuestro corazón idólatra que no entiende lo que hace siglos detectó Blaise Pascal: “En el corazón de todo hombre existe un vacío que tiene la forma de Dios. Este vacío no puede ser llenado por ninguna cosa creada. Él puede ser llenado únicamente por Dios, hecho conocido mediante Cristo Jesús".
Las estadísticas de las redes sociales apuntan incuestionablemente al máximo ídolo de todos los tiempos, a quien le hemos erigido un nuevo altar en las redes sociales: el YO, el EGO, en todas sus versiones, narcisismo, hedonismo, egoísmo, egocentrismo. Esto me recuerda un mover de Dios en nuestra iglesia donde un gran número de personas confesaban públicamente aquellos pecados con que luchaban y un joven adolescente reveló sin tapujos que su lucha era con su EGOcentrismo, EGOísmo, EGOlatría y todo lo que tuviera que ver con el EGO. ¡Oh, si Dios nos concediera ese entendimiento cada día!
El propio término selfie, viene de la palabra inglesa self, es decir, ego; de donde viene la palabra selfish, o sea, egoísta.
Estudios seculares han concluido que la popularidad del selfie está relacionada con rasgos de personalidad narcisista que no es más que el amor que dirige el sujeto a sí mismo, con una excesiva necesidad de admiración y afirmación. Esto encaja perfectamente con la descripción del carácter y conducta de las personas de los últimos tiempos de 2 Timoteo 2: 2-4, “amadores de sí mismos y de los placeres más que de Dios”.
Además, dichos estudios revelan que las personas se sienten atraídas por los selfies porque sienten que tienen el control de cómo saldrá su imagen. Esto me hizo pensar en nuestra mente individualista, pues ni siquiera queremos (o no nos atrevemos) a solicitar a alguien que nos tome una foto. En nuestra autosuficiencia, no queremos necesitarnos ni aún para algo pequeño.
En días pasados publiqué un #selfie que denominé el VERDADERO SELFIE DE LA VERDAD, pues en lugar de un celular enfocando mi rostro usé la Biblia para hacernos reflexionar que si hiciéramos más ese #selfie (dejar que Su Palabra no sólo me retrate sino que me haga una radiografía de pies a cabeza) dejaríamos de ser tan SELFISH (egoístas).
¡Te reto a publicar un #MásBibliaMenosSelfie motivando a tus contactos a leer más la Biblia y publicar más versículos en lugar de los selfies!
Por Isabel Andrickson