La fórmula para que todo problema pase por encima de ti

¿Si hubiera una encuesta en tu ciudad en la que se le preguntara a cada persona si les gustaría encontrar la clave para que todos los problemas, hasta aquellos que tengan que ver con una enfermedad o la mismísima muerte, pudieran pasar por encima de sus cabezas sin tocarles siquiera un solo pelo, qué crees que responderían? Seguro que todos, el cien por ciento de los encuestados, desearían saber la fórmula de semejante elixir. Yo también.

¿Y qué piensas si además de eso no se tuviera en cuenta el sexo, ni el color, ni aún el estrato social y mucho menos si estuviste viviendo en los últimos años en alguna esclavitud que dominó tu vida?

Todos, seguramente, estaríamos dispuestos a hacer lo que sea con tal de vivir en medio de esa posibilidad. Haríamos el sacrificio necesario con tal de no vivir más teniendo que luchar contra cada uno de las situaciones que “devoran” a nuestros hijos, nuestras vidas y nuestro alrededor.
Imagínate ¡que “el devorador” de tu vida y de los tuyos no pueda hacer nada porque la fórmula que usaste cubrió tu casa, tu vida y a tu familia!

Tengo un secreto para contarte. Esa fórmula sí existe. ¿Qué tengo que hacer? Primero déjame contarte que una vez un pueblo entero tuvo esa oportunidad.

La experiencia de un pueblo que lo vivió

Hubo una vez un pueblo que vivió esa experiencia. Conforme a su obediencia y confianza en el Dios verdadero, el Todopoderoso, ellos podrían salir de la esclavitud y el gran problema que se avecinaba (que incluso traería la muerte) pasaría sobre ellos.

Venían de ser golpeados, castigados, esclavizados y burlados. Todo un pueblo, que en alguna época se había considerado “el pueblo”, estaba sometido bajo la presión física, social y espiritual de otra gente. Pero un día alguien apareció en sus vidas.

Sé que a ti también te puede pasar. Piensa en alguna de esas personas que sin grandes trompetas ni con cartas de presentación trajeron a tu vida aquello que necesitabas. Quien llegó era un siervo de aquel que tiene todas las soluciones. Ellos, desde la angustia, comenzaron a ver que algo podía suceder. Él se paró firme contra la esclavitud, la opresión y la falta de bienestar y tuvo éxito.

Pero un día tuvo que pelear la “gran batalla” que solo sería ganada si ellos participaban en ella con toda su confianza y obediencia. Les explicó que esa noche cambiarían sus vidas. Que podían ser dejados en libertad e irse ricos a una tierra donde fluye leche y miel, o que en la desconfianza y la duda sus propios hijos estarían en juego, incluso juego de muerte.

Nadie se estremeció. Todos sabían que la fórmula existía. Obedecieron las palabras que escucharon y siguieron al pie de la letra cada orden dada por el siervo del altísimo. Comieron un cordero completo y pintaron los bordes de las puertas de sus casas con la sangre del cordero.

“Si esto hicieres, el devorador pasará por encima de ustedes y solo atacará a vuestros cautivadores”. Y ellos confiaron. Creyeron en lo que sus abuelos decían. Ellos eran especiales y un pueblo elegido.

El devorador pasó por encima y todo el pueblo emergió victorioso. Con riquezas en sus manos avanzaron hacia la tierra de paz y prosperidad. Esto fue la “pascua”, término que proviene de la palabra hebrea que significa “pasar por encima”. Dios invitó al pueblo de Israel a obedecer y cumplir ciertos principios que lograban que “EL DEVORADOR DE VIDAS” pasara por encima de ellos.

Luego de este hecho histórico, cada vez que ellos rememoraban ese tiempo lo hacían sabiendo que fueron cubiertos por un Dios protector de toda circunstancia de maldad y que EL CORDERO PASCUAL (su carne y sangre) limpió y cubrió sus vidas. Año tras año repetían este evento para que la fórmula funcionara en cada individuo, en cada familia.

La fórmula eterna

Un día Jesús entregó su vida como El Cordero Pascual, con el propósito de ser carne contigo y que su sangre pintada en los dinteles de tu alma lograra que El Devorador pasara por encima de tu vida, de tu familia, de tu casa; pero no una vez, sino para siempre.

Él mismo dijo: “’Este pan es mi cuerpo, que por ustedes entrego; hagan esto en memoria de mí’, Y luego de la misma manera, tomó la copa y dijo: ‘Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre; hagan esto, cada vez que beban de ella, en memoria de mí’”, ( 1 Corintios 11:24-25 NVI).

Jesús es hoy nuestra pascua. Nuestra fórmula para que todo devorador, todo problema, toda angustia, toda situación de mal o de opresión pase por encima de tu cabeza y puedas salir indemne hacia la tierra prometida.

Pero tienes que comer su carne. Tienes que hacerte uno con él y que su obra se muestre primero, antes que nada, en las puertas de tu vida. Que los dinteles de tu alma lleven su sello. Que se pinte en la puerta de tu corazón a quien perteneces. Y nada ni nadie podrá hacerte frente en cada día de tu vida.

Algunos preguntan por la fórmula para que todo problema pase por encima de ti y no te toque, y no saben que Jesucristo es esa fórmula. Al vivir una vida en donde Él sea el Señor de ella, tendrás cobertura eterna.

Debemos preguntarnos si hemos dejado a nuestra Pascua ser nuestro sello en el dintel, nuestra comida cotidiana, nuestro cobertor del devorador, o simplemente alguien lejos de mí que conozco de oídas.

Es el gran tiempo para dejar que el Señor Jesucristo cubra tus faltas y necesidades y que puedas, tomado de su mano, caminar hacia la tierra prometida de un nuevo ser que florece. Ese puedes ser tú. Deja que Jesús sea tu pascua esta vez. Créelo y verás lo que puede hacer en ti.

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