La garantía de la vida eterna

Leer Apocalipsis 19:4-9

El primer capítulo de Mateo muestra el linaje de Jesucristo: 42 generaciones que empiezan con el milagro del niño nacido a Abraham y terminan con el milagro del ser divino que asume forma humana. En medio de la lista están los nombres de un tramposo, de una prostituta, de un homicida, de reyes y de antiguos adoradores de ídolos. Estos hombres y mujeres fueron transformados por Dios y ocuparon un lugar en la estirpe de nuestro Salvador. Dios protegió este linaje, a pesar de la utilización de la mentira, la guerra, el cautiverio y la asimilación.

Este es el mismo Dios que nos promete la vida eterna por medio de Jesucristo. La Biblia enumera una tras otra las promesas de parte de Dios. La Segunda carta a los Corintios 1:20 nos asegura que todas sus promesas se cumplen en Cristo. A quienes hemos nacido de nuevo por la fe en el Señor Jesús se nos ha dado un lugar permanente en la familia de Dios, que está garantizado por el Padre y el Hijo (Juan 10:28, 29). El Espíritu Santo nos es dado como sello de la promesa, lo que garantiza que recibiremos nuestra herencia eterna como hijos de Dios (2 Corintios 1:21, 22).

Para que la garantía de la vida eterna surta efecto, hay un solo requisito: que iniciemos una relación personal con Cristo. El Señor mismo escribe nuestro nombre en el libro de la vida del Cordero (Apocalípsis 21:27). No hay más especificaciones que cumplir para que esta garantía entre en acción y ella seguirá en efecto para siempre. La vida eterna nos pertenece en el instante que nos convertimos en hijos de Dios. El Señor lo ha prometido y podemos contar con ello. ¡Aleluya!

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