La mejor forma de nutrir tu matrimonio

En nuestra sociedad el romanticismo hollywoodense parece marcar la “norma aceptable” para las parejas. ¿Es este el plan divino para el matrimonio?

Es lamentable escuchar a mujeres sufrir porque su esposo no es lo suficientemente “guapo, tierno, detallista, sensible”; o quizá no es “espontáneoaventurero, extremo, divertido” como ellas lo desean o pintan a su personaje ficticio favorito (siempre habrá disponibles varios prototipos, según la diversidad de gustos).

Detrás de estos galanes y fantasías, hay un mensaje sutil -a veces no tanto-: “Con este tipo de relación romántica y esta persona sí encontrarás la felicidad”Si aceptamos este iluso mensaje (aun inconscientemente), nos encontraremos buscando la felicidad y satisfacción en un marido y en nuestra relación amorosa, antes que en Cristo. Esto es idolatría, es una conducta que acabará por destruir nuestro matrimonio y, peor aún, nuestra relación con Dios. 

¿Te has encontrado en alguna ocasión fantaseando sobre cómo “debería ser”

Cuando idolatras un esposo o un matrimonio “perfecto” según los estándares de nuestra sociedad, demandas demasiado de la otra persona y de ti misma y pones un estándar exageradamente alto que ninguno podrá jamás cumplir. 

Al hacerlo asignamos al marido la responsabilidad de hacernos felices, si llena tal “estándar” en su persona y relación con nosotras; sin embargo, terminaremos dándonos cuenta de que esa relación no es sostenible por mucho tiempo, pues todos fallamos y somos pecadores. 

Aún peor, logramos una relación envidiable hasta por nuestras amigas más románticas a costa de mucho esfuerzo y sacrificio de otras áreas de nuestra vida y aún de nuestra misma relación con Dios, y nos daremos cuenta, al final, que no nos hará feliz. 

Cuando cargamos este tipo de responsabilidad en un cónyuge, ponemos una norma o estándar inalcanzable al pedirle o exigirle que se enfoque demasiado en lograr este tipo de relación y terminamos irritadas cuando no lo alcanza. 

En su lugar debiéramos estar más enfocadas en vivir para agradar primeramente a Dios. Este mismo peso lo podemos poner sobre nosotras mismas al exigirnos ser como las mujeres que muestran las películas, ya sean atractivas, sensibleras o arrebatadas, y frustrándonos por no serlo cuando no es un yugo que el Señor quiere que llevemos.

La mentira de que el amor en un matrimonio se mide por su nivel de pasión y romanticismo está tan generalizada, que cuando estos factores cambian, merman o desaparecen, no hace sentido seguir viviendo juntos. Es ahí cuando se presenta el divorcio como la siguiente “solución aceptable” y nos venden el concluir esa relación como “una buena idea” para “ir en pos de tu corazón, de tus nuevos sueños”. Gran error. "Por tanto, lo que Dios ha unido, ningún hombre lo separe", Marcos 10:9

No nos distraigamos del real propósito del matrimonio: enfocarnos y reflejar la relación de amor de Cristo y Su iglesia (Efesios 5:22-33). 

Sin duda, es bueno anhelar y luchar por un buen matrimonio, pero quizá debiéramos cuestionarnos seriamente el concepto que tenemos del mismo. ¿Un buen matrimonio es la relación de ensueño que me hace sentir hermosa, valorada y especial, trayendo así felicidad a mi vida?, o en su lugar el matrimonio es la primera relación donde tengo la oportunidad de expresar el amor, la gracia y el perdón de Dios.

Si cambiamos nuestro enfoque y en vez de demandar felicidad, convirtiéramos nuestro matrimonio en un conducto para el amor de Dios, éste cambiaría radicalmente.

El primer enfoque tiene el potencial de absorber todo nuestro pensamiento y energías, convirtiendo el regalo y diseño divino para el matrimonio en un ídolo, lo que es abominación al Señor.

El segundo enfoque, por el contrario, nos liberará para amar a nuestro marido sin importar sus errores y fallas, pues no dependeremos de su desempeño como esposo para ser felices, ya que esta necesidad estará cubierta en Dios.

Si haces la prueba, sin duda te darás cuenta de que lo segundo traerá mejores resultados que lo primero. Los ídolos nos destruyen y nunca cumplen la felicidad que prometen.

El matrimonio no debe verse jamás como una meta, ni un fin último, ni una fuente de felicidad, sino simplemente como un pequeño y breve reflejo del supremo amor divino.

Si tuviéramos claro que un matrimonio exhibe la imagen de Dios, nos enfocaríamos más en poner nuestros ojos en Él y menos en nosotras mismas y en el otro.

¿Por qué no comenzar hoy?

La fuente de nutrición más grande en cada matrimonio viene de Dios. Olvidarlo es un gran problema.

Enamorémonos cada día más de Él, de Sus atributos y cualidades supremas, entonces todo lo demás palidecerá, incluso las ideas, anhelos, sueños y expectativas de lo que supone “una relación perfecta”. El Único completo, perfecto, sin mancha, error, ni defecto, sin problemas ni carencias es Él. La mejor manera de nutrir un matrimonio, es nutriendo primero nuestra relación con Dios.

•¿Te das cuenta que invertir en tu vida espiritualtiene una repercusión directa en tu matrimonio? Incluso puedes invertir en ello antes de casarte. •¿De qué maneras prácticas expresas el amor, respeto, admiración y agradecimiento a tu esposo? •¿Has decidido cuidar intencionalmente tu relación con Dios y con tu pareja y quitar el peso de sus hombros sobre tu felicidad?

Por Lucy Reyna Orozco Meraz

 

Loading controls...