La mujer como dadora de vida (Parte 1)

A través de los años hemos hablado mucho sobre el diseño de la mujer, sin embargo, no quiero enfatizar en este artículo la habilidad física de ser madre, sino en cómo Dios nos creó para dar vida a todas nuestras relaciones.

En ninguna forma estoy minimizando el estatus de ser madre, porque es la parte de nuestro diseño que más se asemeja a Dios, reconociendo que Él es el Único que da vida. Pero Él nos creó con la capacidad de obrar con Él no solamente en dar a luz, sino en el cuidado, amor y sacrificio necesario para levantar una familia. 

Esto está tan enraizado en nuestra naturaleza que el nombre dado a la primera mujer fue Eva, el cual significa dadora de vida. Dios nos creó con esto como nuestra esencia, y es lo que Él espera de nosotras. Es como si tuviéramos no solamente una matriz física sino también una emocional, mental y hasta espiritual, por lo que si queremos glorificar a nuestro Dios, debemos usarlas todas para Él (Juan 15:8).

Debemos recordar que el Reino de Dios es vida (Deuteronomio 30:16) mientras que el reino de Satanás es muerte (Juan 10:10), y las decisiones que hacemos deciden el camino que seguimos.

Cuando decidimos por la vida, nuestro obrar puede liderar a los hijos físicos o espirituales hacia el Reino de los Cielos; y aunque nuestra vida no parezca tan grande o importante, con esto tendremos un impacto en las generaciones futuras. No somos solamente el medio a través del cual más personas llegan al mundo como si fuéramos objetos, sino ¡que somos dadoras de vida!

Esta es la razón por la cual la mujer sin hijos tiene el mismo llamado de ser dadora de vida como aquellas que tienen hijos. Obviamente la mujer con hijos tiene su familia como su primer ministerio; sin embargo, tenemos que recordar que no es porque excluya a otros. Cada una de nosotras tenemos una posición y un rol qué jugar, no solamente en la iglesia sino en cada lugar donde nos encontramos. En la iglesia trabajamos por debajo del liderazgo masculino para traer calor y el sentir de hermandad a la familia de Dios (Salmo 144:12) y ese mismo espíritu de nutrir es lo que la convierte en una familia.

Como la mayoría de las mujeres son madres, es en el mismo acto de levantar de una familia que el Señor está educándonos en cómo ser una madre espiritual, porque aun en el hogar nuestro deber es nutrir a los hijos espiritualmente, emocionalmente, físicamente y mentalmente con la educación que les damos. Nota que puse espiritualmente primero, porque aun en el hogar la educación espiritual es lo más importante. Cualquiera puede enseñar matemáticas o lenguas, pero solamente alguien que camine con el Señor ¡puede llevarlos a Cristo! Proverbios 18:21 nos advierte “Muerte y vida están en poder de la lengua, y los que la aman comerán su fruto.”

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