La necesidad de la bendición paternal (Parte 1)

Desde los inicios de la Biblia, Dios comienza a bendecir a sus criaturas; las primeras dos se encuentran en el primer capítulo de Génesis. Su primer bendición fue cuando creó a los seres vivientes y los mandó a “sed fecundos y multiplicaos” en el quinto día de la creación (Génesis 1:22). Esta se repite en el versículo 28 con la misma bendición a Adán y Eva, y luego a Noé y su hijo en 9:1, después del diluvio.  

La bendición de Dios hacia sus criaturas estaba relacionada con la reproducción. Antes de la caída, la bendición era algo natural en el corazón de las personas. Cada uno tenía la bendición de Dios, por lo que no era necesaria pasarla hacia nuestra próxima generación; pero después de la caída todo cambió. 

Con la entrada del pecado, el castigo de Dios fue aplicado y por ende perdimos esta bendición natural de Dios, produciendo un vacío existencial en el corazón de cada persona. Es Dios quien abre y cierra la vientre de cada mujer. Los hijos siguen siendo bendiciones de Dios, pero ahora los padres, en representación de Dios, necesitan pasarla a sus hijos para llenar este vacío. La bendición ahora no es solamente en la reproducción, sino también para el producto de esta reproducción.

Como Dios ha creado a cada ser humano en Su imagen, cada persona tiene un  valor intrínseco, pero después de la caída el egocentrismo del hombre produjo en aquellos a su alrededor una necesidad profunda de sentirse valorados y aprobados.

Antes de la caída, el valor propio era lo natural y por esto no había ausencia de la bendición, pero después de Génesis 3 la necesidad se hizo evidente cuando Caín mató Abel por no sentirse aprobado por Dios. El diseño original de Dios era que sus criaturas vivieran en paz, prosperidad y con un sentido de realización, pero el pecado lo dañó. La vida sería difícil luego de la caída y por eso la única forma de tener esta paz es a través de Jesucristo.

La primera bendición dada de un padre a su hijo fue cuando Noé bendijo a Sem y Jafet, pero al no bendecir a Cam, su otro hijo, se inició la distorsión por ausencia de la bendición del padre (Génesis 9:26-27). Es importante notar que Dios nos ha demostrado que la bendición no es solamente el trabajo del padre hacia sus hijos, porque Melquisedec bendijo a Abram por no tomar las posesiones del enemigo (Génesis 14:18-24) y Dios repetidamente dijo a Abram que su descendencia sería instrumento de bendición al mundo entero (Génesis 12-22). Todos nosotros, no importa si tenemos hijos o no, tenemos la responsabilidad  de convertirnos en canales de bendición para otros.

Los hijos buscan la bendición de sus padres y esta necesidad existencial debe ser llenada por ellos. Si los padres no la dan, otras personas pueden sustituirlos en el poder del Espíritu Santo, como Mordacai con Ester. La bendición recibida de los padres puede ser usada poderosamente en las vidas de sus hijos.

Como la bendición depende de la obediencia a Dios, en Deuteronomio 6:6-7 y Salmos 78:5-7 Él manda a los padres instruir a sus hijos en la obediencia al Señor para recibirla. La bendición del padre puede restaurar el favor de Dios en la vida del hijo y demostrarle la bondad del mismo Dios.

La misma bendición determinaba la dirección en la que el hijo caminaría. Como es un mandato de Dios y es algo vital en la vida de los hijos, necesitamos evaluar y aprender cómo ser efectivos en este mandato que realmente es más un privilegio que un mandamiento que El Señor nos ha dado.

En Génesis 49 Jacob bendijo a cada uno de sus hijos antes de morir. Estudiando los pasajes, es obvio que las bendiciones son de acuerdo con las acciones previas de cada uno de ellos, por lo cual también es evidente que Jacob había observado y estudiado a cada hijo. Esto demuestra una relación íntima con cada uno de ellos. Como cada bendición fue una profecía, se puede deducir también que él había pasado tiempo a solas con El Señor para recibirlas.

El propósito de la bendición es  pasar el legado que nosotros hemos recibido de Dios a la próxima generación, para que ellos puedan confiar en Él con sus vidas y, entonces, tener vidas llenas de fruto y no necesariamente para tener éxito según el mundo.    

Las bendiciones del mundo son el dinero, tener nombre y las posesiones, pero según Juan 15 para el cristiano es vivir una vida totalmente dependiente del Señor, dando mucho fruto para Su reino. Cuando los hijos vean a su padre viviendo una vida fructífera, entonces los valores santos serán los valores que ellos vivirán. Esto se ve en la bendición para José en Génesis 49:22. Jacob dijo que él era “rama fecunda junto a un manantial, sus vástagos extienden sobre el muro”.  El manantial era Dios, por lo que José, entonces, vivía alimentado por El Señor y sí podía dar fruto. Y al igual que la rama pasó por encima del muro, José se extendió hacia Egipto. 

Los versículos 23 y 24 recuerdan que él fue atacado por Satanás a través de sus hermanos cuando lo vendieron, por la esposa de Potifar cuando se rehusó a acostarse con ella, y luego por Potifar mismo cuando pasó tiempo en el cárcel por un crimen que no cometió.

El versículo 24 de nuevo confirma que su relación con El Señor lo mantuvo firme en las tribulaciones. Al evaluar los versículos 25 y 26, vemos que Jacob está hablando sobre bendiciones espirituales (eternas) y no temporales, porque José, como el segundo en comando en Egipto, era muy rico y sus bendiciones físicas ya habían sobrepasado las de sus ancestros. Pero al hablar sobre collados eternos, nos da la impresión de que Jacob estaba hablando sobre el pacto que Dios había hecho con sus padres, lo que era mejor que cualquier cosa que este mundo podría ofrecer.

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