La necesidad de la bendición paternal (Parte 2)

¿Qué nos enseña la Biblia sobre cómo bendecir a nuestros hijos? Hay varios elementos a considerar. En cada bendición dada, el padre tocaba al hijo en una forma significativa, con un beso, con un abrazo o poniendo las manos sobre él (Génesis 27:26). El toque es algo vital para los hijos. Hace muchos años se había notado que niños en orfanatos que carecían de contacto humano, no crecían y eventualmente se morían. Sabemos que ocurre igual tanto emocional como espiritualmente. 

El segundo elemento es que se hace necesario verbalizar la bendición. No es suficiente tratar al niño con respeto o evitar hablar en una forma áspera, la vocalización de la bendición es vital. Abraham habló su bendición a Isaac, Isaac a Jacob y, como leímos anteriormente, Jacob a sus doce hijos. Proverbios 18:21 nos instruye: “Muerte y vida están en el poder de la lengua, y los que la aman comerán su fruto.”

La forma en que hablamos con nuestros hijos traerá bendición o maldición en sus vidas. Y como es Dios quien está en control, tenemos que recordar: “No os dejéis engañar, de Dios nadie se burla; pues todo lo que el hombre siembre, eso también segará” – Gálatas 6:7.

Cuando Dios mismo quería comunicarse con nosotros, lo hacía a través de los profetas con palabras. Luego, Él mandó el verbo y después dejó su palabra escrita para que pudiéramos estudiarla. Dios creó a través de Su palabra, y aunque nosotros no tenemos este tipo de poder, sí podemos exhortar, animar o, desafortunadamente, destruir las emociones de otros con nuestras palabras.

Muchos creen que la falta de palabras hirientes es suficiente para que el niño sienta la bendición, pero la realidad es que el niño en su inmadurez también necesita oír las palabras positivas.

Tenemos que estudiar a cada niño para conocer sus habilidades y dones, y luego señalárselos a él o ella. Cuando haga algo bien, dígaselo. Aumente su confianza en las cosas bien hechas y dele esperanza cuando no.

Aun cuando no han hecho las cosas a la perfección, siempre hay algo positivo que uno puede señalar. Demuéstrele y dígale de su amor y cariño, y durante las pruebas y las tribulaciones, confórtelo y dele la respuesta a su dolor apuntándolo hacia Cristo. 

También es importante ayudarlos a entender que con las fortalezas también vienen las debilidades. Por ejemplo, la persona muy organizada puede ser muy rígida; la persona muy social, indisciplinada; la persona con liderazgo natural puede ser muy testaruda y el malvado puede aprovecharse de aquellas que tienen mucha compasión.

Otro elemento de la bendición es observar dónde está Dios trabajando en la vida de su hijo y ayudarle a abrazar esta visión. Salmos 32:8 nos asegura: “Yo te haré saber y te enseñaré el camino en que debes andar; te aconsejaré con mis ojos puestos en ti.” Cada niño tiene que aprender a oír lo que El Señor le está diciendo, y en el camino Él le enseñará a confiar en Sus planes. “Porque yo sé los planes que tengo para vosotros” —declara el Señor— “planes de bienestar y no de calamidad, para daros un futuro y una esperanza.” Jeremías 29:11

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