La práctica de dar gracias

“Porque Jehová es bueno, para siempre es su misericordia” – Salmo 100:5

No soy, por naturaleza, una persona agradecida. No me levanto cada mañana con alabanza en mis labios.

¡Oh, cómo me gustaría que fuera así!

Mi amado esposo me recordaba el otro día que tiendo a estar descontenta en el lugar en el que estoy, pero echa un vistazo a los lugares en los que he vivido:

¿La cabaña de madera de 300 pies cuadrados en un pueblo pequeño de Alaska, sobre el Círculo Ártico, sin agua corriente? En ese momento era oscura, fría y deprimente. A la hora de recordarla, veo un hogar, mi propia versión de un pequeño refugio del frío del exterior.

¿La pequeña casa en la ciudad en Indonesia al que llamé hogar durante muchos años? En el momento, veía que se caía, que tenía un suelo desigual y humedad. Y el calor y la humedad junto con los sonidos incesantes de los perros, entre otros muchos, me volvían loca. ¿Cómo lo recuerdo? Como un dulce bungaló que guarda los mejores recuerdos de mi familia, un hogar coqueto, lleno de palmeras, bananos y lima.

Y, si no tengo cuidado, puedo comenzar a hacer lo mismo una y otra vez en mi hogar actual en Uganda. Me siento tentada a quejarme.

Y por eso es por lo que la gratitud y la alabanza son esenciales para todos, pero especialmente para aquellos que, como yo, tendemos al descontento.

En el libro Calma mi corazón ansioso, Linda Dillow cuenta la historia de una misionera que vivía en una cabaña de barro en medio del calor agobiante en África. ¿La parte interesante sobre esta mujer? Estaba extremadamente contenta y gozosa. Cuando le preguntan por qué, ella respondía así:

- Nunca te permitas quejarte por nada, ni siquiera el tiempo.

- Nunca te imagines a ti misma en otras circunstancias o en otro lugar.

- Nunca te compares con otros.

- Nunca te permitas desear que esto o aquello hubiera sido de otra manera.

- Nunca vivas en el mañana, recuerda que es de Dios, no nuestro.

¡Ay! Cuántas veces me he imaginado en un avión, regresando a los Estados Unidos, encontrando una hermosa casita y viviendo mis días allí. Cuántas veces me he quejado, realmente me he quejado, sobre el calor, el barro, la lluvia. Cuántas veces he vivido en el mañana, en los “y si” y los “si tan solo”.

Demasiadas veces.

Y por esto, amigas, es por lo que Dios nos da la hermosa gracia de aprender a orar con alabanza y acción de gracias.

Es así como batallamos con el descontento y la tristeza que nos invaden. Es así como volvemos nuestros pensamientos de nosotras a Su grandeza.

“Entrad por sus puertas con acción de gracias, Por sus atrios con alabanza; Alabadle, bendecid su nombre. Porque Jehová es bueno; para siempre es su misericordia, Y su verdad por todas las generaciones.” – Salmo 100:4-5

Quizás no luchas con el contentamiento en el lugar en el que estás, pero quizás tú, como yo, sí. De cualquier forma, quiero que hagas una oración, ahora mismo, donde estés, y des gracias a Dios por todo lo que ha hecho, está haciendo y hará en tu vida. Bendice Su nombre por Sus maravillas y Su amor. Cambia nuestro lamento en baile y vuelve nuestros ojos a donde deben estar.

Dos mujeres miraban a través de los barrotes de la prisión, una veía barro, la otra veía estrellas.”

Mi oración es que hoy tú y yo podamos mirar a los cielos y ver las estrellas, y hacer una oración de gratitud y alabanza.

¿Luchas con estar agradecida? ¿Te sientes descontenta alguna vez con lo que Dios te ha dado? ¿De qué manera la gratitud ha jugado un papel en tu viaje?

Con amor desde Uganda,

Por Joy Forney

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