La profundidad del perdón de Dios

“Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad.” – 1 Juan 1:9

Arrepentimiento y confesión. Ambas cosas son muy importantes porque son regalos de Dios y señalan un corazón renovado. Y con un corazón renovado viene la promesa de que nuestro Dios nos perdona de nuestros pecados y nos limpia de TODAS las inmoralidades.

No algunas, no unas pocas, no algunas veces, sino TODAS.

Esa pequeña palabra nos trae una eternidad de comodidad. Y, si tomamos el tiempo de meditar en esta verdad, será de gran estímulo, especialmente si vivimos con culpa.

Hay algo muy importante que debemos recordar: Dios no es como nosotras.  Él es transcendente, lo que quiere decir que Él es “más que.”  No hay nada creado que se compare con Él. Y por eso hay veces en las que se nos hace un poco difícil entender Sus caminos, especialmente cuando tratamos de entender la profundidad de Su perdón para con nosotras.

¿Cómo puede Dios perdonar cada uno de mis pecados? Son muchos, y algunos muy grandes, y otros los repito una y otra vez, semana tras semana, año tras año, década tras década. Y Dios dice que, por medio de Jesús, Él nos limpia de  todos los pecados.

Cuando pienso en ese tipo de perdón, me muestra la amabilidad y generosidad de Dios. Él podía haber dicho que solamente perdonaría aquellos pecados “menores” o solo nuestros primeros 1.000 pecados. Pero ¡NO! Cuando Dios dice que Él los perdona TODOS, no hay letra menuda; no hay excepciones.

Hija de Dios, Dios te ha lavado y eres blanca como la nieve. Él no ha dejado ni la más pequeña mancha. Su perdón es total y completo.

¿Entiendes esto? ¿Lo crees? Si es así, debes dejar ir la culpa que sientas por cosas del pasado.

Mira a Jesús y observa la maravillosa gracia de Su perdón…

Desafío: El perdón de Dios alcanza los lugares más profundos y escondidos de nuestros corazones. Dios lo perdona todo. El entendimiento de esta verdad nos proporciona inmensa gratitud y libertad. Escribe todas esas cosas de las cuales el Perdón de Dios te liberó.

Por Jen Thorn

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