La señal de una milla. ¿Tiempo de renunciar?

Pasaje: Exodo 9

Versículo Clave: “Yo soy Jehová, y yo os sacaré de debajo de las tareas pesadas de Egipto, y os libraré de su servidumbre, y os redimiré con brazo extendido, y con juicios grandes”, Exodo 6:6

Él dejó la presencia del Señor repitiendo las palabras que Dios le había dado días antes: “Y os redimiré con brazo extendido, y con juicios grandes”. Se apoderó de esa promesa mientras se preparaba para solicitar otra audiencia con el Rey de Egipto.

Entre usted y yo, Moisés ha debido estar cansado de esto. Cuando lleguemos al capítulo 9 de Éxodo, veremos que el líder de Israel había visto a Dios atacar a Egipto cinco veces con hechos milagrosos, sorprendentes y, sin embargo, el Faraón no cedía. Y a pesar de que Dios le dijo que Él mismo endurecería el corazón del Faraón, no cabe duda de que continuar era algo difícil para Moisés.

¿Cuánto más, Señor? ¿Qué se necesita para que este rey terco y orgulloso deje ir a tu gente? ¿Cuántas señales más tendrás que mostrar para que él finalmente crea? Tú sabes exactamente lo que se requiere para quebrantarle, y aun así, escoges este camino lento, doloroso para liberarnos. ¿Por qué? ¿Por qué?

Es verdad – Puede que esté exagerando los pensamientos de Moisés un poco, pero sabemos que el líder de Israel en ese momento tenía serios problemas de incredulidad. Él dudó sobre la soberanía de Dios una y otra vez mientras que presentaba sus excusas para desactivar la tarea de guiar a los judíos fuera de la esclavitud (Éxodo 4). Seguramente era difícil ir de nuevo y plantear el caso de Dios ante el Faraón, no una, ¡sino cinco, seis, diez veces!

¿Qué hizo que Moisés se levantara al día siguiente y obedeciera a Dios a pesar de sus dudas y temores?

La respuesta tan sólo puede ser una: Obediencia determinada.

He estado tratando de regresar a mi rutina de ejercicios. Ha sido… bueno, duro. Aún hace cinco años, cuando dejé de hacer ejercicios por un tiempo, parecía muy fácil acondicionar mis piernas para que corrieran nuevamente en cuestión de días.

Ya no más.

Me desperté esta mañana y elegí hacer ejercicios afuera. Después de un invierno feo y largo, el sol está brillando y las cálidas temperaturas fueron una invitación para trotar en el parque. La ubicación es perfecta y el camino es exactamente una milla de largo. De seguro le gana a la caminadora eléctrica.

Así que determiné un objetivo firme: dos vueltas. Dos millas.

Cada 100 yardas, una pequeña señal me recordaba lo lento que yo iba. Cuando llegué a la primera, ya estaba lista para parar. Mis piernas ardían. Mi respiración era pesada. Una milla es suficiente por hoy, razoné.

Allí es cuando la determinación tomó posesión.

Mi cuerpo quería rendirse. Gritaba que me estoy poniendo vieja y que estaba bien que parara a la mitad de mi viaje. Pero mi mente sabe que no es así. Sé que a menos que yo supere ese punto de quebrantamiento, nunca voy a pasar esa triste señal de una milla.

Me sonreí al verla y estuve tentada a sacarle la lengua, como una malcriada. “¡No me rindo!”, quería gritarle.

Mientras me arrastraba a hacer la segunda vuelta, obtuve nuevas fuerzas al recordar las muchas veces que me sentí lista para parar, pero en cambio había tomado una decisión consciente de seguir. Recordé la fuerza que encontré… y los premios que me esperaron en el otro lado.

Las tercas libras de más que debía perder después de cada bebé…

El libro que tenía que terminar de escribir…

La relación que requería trabajo…

El presupuesto que debía seguir…

El trabajo que mantuve cuando quise renunciar…

El mal hábito que debía cambiar.

Cada vez que me acerqué a la “señal de una milla” de cada reto, y mis debilidades y dudas me llamaban para que me rindiera, tuve que tomar una decisión deliberada de recordar que Dios estuvo conmigo en la búsqueda de liberación, provisión, éxito y restauración… si yo le obedecía. Tuve que recordarle a mi mente los milagros que Dios había hecho en el pasado… Y caminar en obediencia la próxima milla, sabiendo que Él volvería a presentarse de nuevo.

¿Usted ya alcanza a ver la “señal de una milla”?

¿Están sus piernas listas para rendirse?

No le culpo. Entiendo cómo se siente. Es difícil continuar alimentándose de promesas invisibles cuando los resultados que seguimos recibiendo son los mismos de ayer. Probablemente así es como Moisés se sintió cuando ese quinto juicio de Dios no cambió el corazón del Faraón.

¿Pero qué hizo?

Él se mantuvo recordando las promesas… y las provisiones fieles de Dios para cada necesidad.

Nuestro problema es que queremos ver más allá del día de hoy. Queremos tener visión futurista ANTES de comenzar la próxima milla de obediencia.

Lo que Dios estaba haciendo en Egipto hace más de 3.000 años, mientras Moisés subía nuevamente los escalones del palacio del Faraón, era mucho más que una muestra de maravillas celestiales. Él estaba trabajando en vidas individuales. Él sabía lo que le esperaba a Moisés y a su gente en el desierto y, por lo tanto, antes de ellos irse de Egipto, Él debía fortalecer su fe en el Dios que ellos servían.

Así que ellos debían quedarse un poco más de tiempo… sufrir un poco más… y observar la mano poderosa de Dios trabajar mientras ellos esperaban.

Existe una razón para esa segunda milla, mi amigo.

Así como hubo una razón para los próximos cinco juicios antes de la liberación de Israel.

Recuerde, su viaje no se trata de usted nada más. Se trata de la gloria de Dios desplegada en usted y a través de usted. Se trata del juicio del inicuo. Se trata del acondicionamiento del músculo de la fe. Se trata de establecer obediencia ciega, determinada.

Se trata de una victoria dulce… pero no sin antes reconocer que fue Dios quien le llevó hasta allí.

¿Quiere ver la Gloria de Dios desplegarse? ¿Su fe probada y demostrada?

¿Quiere ver lo que Dios puede hacer en usted y a través de usted?

Sáquele la lengua a la señal de “una milla”. Dígale que usted va a seguir. Dios tiene más trabajo para esa segunda milla de su viaje.

Y usted no se va a querer perder el premio por mantenerse en el camino de Dios por tan sólo un poco más de tiempo.

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