La sumisión y nuestra fe

¿No te sorprende que el matrimonio deba reflejar la relación de Cristo y la iglesia? ¿No te sorprende que en nuestro limitado tiempo de vida hagamos algo que pueda reflejar un principio divino? A mí sí; ¡demasiado!

"Pero quiero que sepáis que la cabeza de todo hombre es Cristo, y la cabeza de la mujer es el hombre, y la cabeza de Cristo es Dios", 1 Corintios 11:3

Necesitamos orar para que cada hombre que nos rodea tenga a Cristo como cabeza. Tanto el varón para liderar de acuerdo al plan divino, como la mujer para someterse, requerimos desesperadamente Su obrar en nuestra mente, carácter, fe, temperamento, reacciones, emociones y palabras, para que nuestras oraciones no sean estorbadas (1 Pedro 3:7).

Aun con un hombre que tiene a Cristo como cabeza, sin la obra de Dios en nuestras vidas es imposible representar con claridad el hermoso diseño de sumisión ante el liderazgo masculino. Actualmente resulta más popular, e incluso “aceptable”, ignorarlos o decidir todo sin tomarles en cuenta, y tristemente muchas veces se nos anima a hacerlo. Aún en círculos que se dicen cristianos hasta se promociona aplaude. Cuida lo que escuchas, lo que entra en tu corazón y permites que te guíe, que sea enseñanza fundamentada en la Biblia.

Someterse es bueno, no porque sea lo más aceptado en la sociedad actual, o “políticamente correcto” o “popular”, sino porque es una instrucción divina (Mateo 24:35).

Al someterte con humildad al liderazgo masculino, demuestras obediencia a la Palabra así como fe y confianza en la bondad de Dios, pues confirmas creer que Dios instituye toda autoridad con un propósito bueno para nuestra vida. (Romanos 13:1, 1 Corintios 11:3, Jeremías 29:11).

Nuestra decisión de someternos gozosa y voluntariamente, es muestra de un carácter cristiano, así como Cristo se sometió con gozo al Padre al morir por nosotras. Creerlo requiere fe y acción, la fe sin obras está muerta. (Santiago 2:14, 17). No solo necesitamos comprender la sumisión, sino también permitirle a la Palabra transformar nuestro entendimiento (Romanos 12:2), para que nuestro corazón y acciones concuerden con nuestra creencia.

Si creemos que Cristo es el Señor y tenemos la humildad suficiente para aceptar que Sus planes son mejores que los nuestros, ¿responderemos con humildad al liderazgo masculino demostrando una noble sumisión a la autoridad? Que nuestra respuesta sea un determinado "sí" reflejando de esta forma la sumisión de Jesús mismo a Su Padre.

Es imposible tratar de representar Su hermoso diseño sin aceptarlo primero. Tenemos una enorme necesidad de la obra redentora de Dios en nuestras vidas para someternos a Él y a las autoridades que pone a nuestro alrededor.

Nuestro ejemplo de sumisión será visto por nuestros hijos y así aprenderán a someterse a sus propias autoridades.

¿Qué figuras de autoridad no han representado con fidelidad a Cristo y debes perdonar? Ora por tu esposo, el presidente y gobernantes de tu país, pastores, líderes, maestros y cualquier otra figura de autoridad masculina. ¿Confías en que Dios se manifestará en las autoridades que puso en tu vida?

Oremos: Santo Dios, bueno y fiel, por favor abre nuestros ojos espirituales, aumenta nuestra fe, obra en nuestras vidas conforme a Tu voluntad. Creemos que someternos a Ti primeramente nos capacita para luego someternos a nuestro esposo y otras autoridades a lo largo de la vida.

Ayúdanos a que nuestro ejemplo de sumisión como mujeres casadas sea bueno, agradable ante Tus ojos, que seamos un claro ejemplo de Tu diseño divino, que lo abracemos con gozo, fe y agradecimiento genuinos. Capacita a las mujeres solteras; que incluso en esta etapa de sus vidas muestren con gentileza estos conceptos con sus padres, maestros y demás autoridades a su alrededor, practicando con sabiduría Tu perfecto plan. Sin Ti, estos conceptos son locura, una bendita locura contracultural que nos permitirá vivir en abundancia y plenitud. Gracias de antemano por Tus planes y fiel provisión de humildad, dominio propio y carácter para cumplirlas. En el nombre de Tu Hijo Amado Jesús, amén.

Por Lucy Reyna Orozco Meraz

 

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