La última línea

“Pero muchos primeros serán postreros, y postreros primeros” – Mateo 19:30

Al final de cada mes, tanto millonarios como madres solteras miran sus cuentas para examinar la última línea. Un hombre rico quiere saber si sus inversiones bien planificadas han tenido beneficios. Una mamá soltera – con un presupuesto ajustado – está orando tener suficiente dinero para pagar las cuentas.

Cuando leo Mateo 19, veo hombres que dejaron todo atrás para seguir a Jesús y quieren leer la última línea de sus historias. Los discípulos esperaban un Mesías muy distinto – uno que los liberara de la opresión política. Ahora sus bolsillos están vacíos y se preguntan “¿Qué hay en esto para mí? ¿Realmente vale la pena?”

Debo confesar que me he preguntado lo mismo en la quietud de mi corazón. Si yo digo no al egoísmo y escojo servir al Salvador con todo, ¿me arrepentiré del sacrificio? ¿Llevaré una vida limitada? ¿Vivir una vida transformada y rendida a Jesús realmente satisface?

Jesús nos está diciendo que contemos con el costo. El discipulado requiere que lo dejemos todo para seguirle, pero ese “dejarlo todo” no comienza con nuestras cuentas de banco. Debemos dejar nuestros corazones en el altar.

Jesús ofreció Su vida por mí en la cruz. La última línea es que yo le debo todo a Él. A causa de Cristo, soy rica en gozo. Estoy rebosante de amor. Tengo una paz inexplicable.

Betty Stam estaba rendida a Cristo y comprendía la última línea. La hija de los misioneros a China regresó a Estados Unidos para su año final de secundaria y decidió asistir al Instituto Bíblico Moody con la esperanza de regresar a casa con su familia. Pero Dios tenía otros planes. Ella sintió el llamado a África, un lugar en el que no conocía a nadie, pero vio allí la necesidad por el evangelio. En oración, se rindió para seguir el camino que Dios tenía para ella, fuera el que fuese:

Señor. Rindo mis propios planes y propósitos, todos mis deseos, esperanzas y ambiciones, y acepto Tu voluntad para mi vida. Me doy a mí misma, mi vida, todo mi ser a Ti, para ser Tuya para siempre. Dejo en tus manos mis amistades; toda la gente a la que amo toma un segundo lugar en mi corazón. Lléname ahora y séllame con tu Espíritu. Obra Tu voluntad en mi vida a cualquier precio, porque para mí vivir es Cristo. Amén.

En 1931, Betty Stam obedeció el llamado claro de alcanzar China para Cristo donde se casó con John dos años más tarde. Su bebé Priscila solo tenía unos meses cuando bandidos comunistas fueron a su casa. John invitó a los hombres a pasar y Betty les sirvió té y pastel. A pesar de la gracia mostrada, los Stam fueron encarcelados y tuvieron que marchar durante kilómetros por las calles. Cuando les preguntaron a dónde iban, John dijo: “No sabemos a dónde se van ellos, pero nosotros vamos al cielo.”

Betty Stam dio su vida a la edad de 28 años. Este mundo te dirá que ella desperdició su vida, pero Betty invirtió en lo que la riqueza de este mundo no puede quitar y recibió su recompensa completa. Su testimonio de fe ha inspirado a otros a llevar la luz del evangelio a los rincones más oscuros del mundo.

“Cuando nos consagramos a Dios, pensamos que estamos haciendo un gran sacrificio y que estamos hacienda muchas cosas por Él, cuando, en realidad, las cosas que dejamos ir son cosas pequeñas a las que nos hemos estado aferrando. Y, cuando nuestras manos están vacías, Él las llena con Sus tesoros” – Betty Stam

El verdadero tesoro se encuentra en una vida rendida. Examinemos nuestros corazones y preguntémonos si estamos invirtiendo de manera sabia. Propongámonos marchar hacia el cielo. Quizás nunca encontremos una muerte como la de Betty Stam o los discípulos, pero debemos llevar nuestra propia cruz y seguirle sin importar el precio. La verdadera línea final es esta: “El amor es tan maravilloso y divino que demanda mi alma, mi vida, mi todo”.

Por Lyli Dunbar

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