Lecciones de un comedero

A mi esposo le gusta arreglar e inventar cosas. Un día se le ocurrió hacer un comedero para pájaros y fue algo realmente ingenioso. 

Nunca antes yo había disfrutado observar las aves, pero ahora que tenía el comedero en mi propio patio estaba expectante de lo que sucedería. Pasaron unos días y nada. Ningún pájaro venía. Pero una mañana, mientras trabajaba en mi computadora, vi por el rabillo del ojo algo que se movía. Volteé la cabeza y cuál fue mi sorpresa al contemplar un lindo azulejo que se balanceaba en el comedero y buscaba semillas. Nunca había visto uno tan de cerca y la belleza de sus plumas me dejó maravillada. ¡Qué incomparable el diseño del Creador!

Después de ese día poco a poco comenzaron a llegar otros comensales. Lo interesante es que esta nueva experiencia me hizo pensar en dos cosas:

La primera es que es bueno detener nuestra marcha apurada y disfrutar de la creación de Dios. Sin darnos cuenta, el paso acelerado de esta vida moderna nos roba el placer de observar todo lo hermoso que Dios nos ha regalado. Y cuando lo hacemos, nos perdemos el ritmo perfecto de la música de Dios: el vuelo de los pájaros, sus cantos en la mañana, los colores de sus plumas. Todo aquello que fue creado justo para nuestro disfrute y que hemos cambiado por cosas, en muchos casos, más baratas y pasajeras.

Haz. Una. Pausa. Hoy. No importa que no haya un comedero de pájaros en tu patio. Mira al cielo. Observa las nubes. Respira profundo. Dale gracias a Dios por haber decidido dejar Su huella en algo tan hermoso, hecho especialmente para nosotros, los seres humanos.

La segunda lección es que no tenemos que pelearnos las bendiciones. Sí, sé que aparentemente no tiene nada que ver con lo anterior, pero verás que sí.

Resulta que el azulejo, de la familia de los carpinteros, picotea el comedero. Al hacerlo, las semillas caen al suelo y eso es perfecto para las palomas que prefieren comer allí, sin tener que hacer el esfuerzo de llegar al comedero.

La provisión es abundante, hay para todas. Sin embargo, pelean entre sí, se atacan, defienden su pedacito como si fuera a terminarse y no hubiera más, ¡y hasta quieren arrebatar la porción que está alimentando a otra! La realidad es que no hicieron nada para recibir su ración de semillas. Cayó al suelo por el picoteo del azulejo. Pero es entendible, son palomas, no tienen un cerebro tan maravilloso como el que Dios nos dio a nosotros.

Lo paradójico es que muchas veces nosotros nos comportamos como ellas. Defendemos las bendiciones que Dios nos da como si lo hubiéramos conseguido por nuestro propio esfuerzo… y no entendemos que cayeron del cielo como dádiva del Creador del universo. Peor aún, nos peleamos con las demás “palomas” porque no queremos que nos arrebaten lo que ya por derecho nos pertenece. Y en muchos casos, no conformes con lo que nos tocó, queremos la porción de la paloma de al lado.  

¿Interesante, cierto? Este es otro beneficio de contemplar la creación. Dios la usa para darnos tremendas lecciones. Sí, porque ahora la estoy compartiendo contigo, pero mientras las observaba, Dios me la dio a mí.

Así que estoy feliz porque ahora cada mañana llego a la cocina y abro la ventana para escuchar el trino de mis visitantes, disfrutar del precioso color de las plumas del azulejo y recordar que el Creador un día más me regala Sus bendiciones, no tuve que hacer nada para recibirlas. Tengo suficiente. No necesito la porción de la paloma de al lado. Y mañana, será lo mismo otra vez. 

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