Maneras prácticas de compartir el Evangelio

Amo la manera de evangelizar que tiene mi pastor. Es un hombre muy sencillo en sus formas y tiene una manera muy práctica de hablar de Jesús con toda la gente. No bien ha iniciado conversación con alguien cuando ya está hablándole de que ese encuentro no es casualidad, que todo son citas divinas salidas del corazón del Padre para bendecir su vida ese día. Y yo me quedo asombrada de la manera como gana almas para el Señor e incluso los lleva a la iglesia. Observar esto me ha hecho reconsiderar y meditar en mi corazón acerca de cómo compartir del Señor de manera efectiva.

¿Cuál es el método que debo seguir? Vayamos a la Escritura. ¿Recuerdan el pasaje del sembrador?

Lucas 8:5-8: “El sembrador salió a sembrar su semilla; y mientras sembraba, una parte cayó junto al camino, y fue hollada, y las aves del cielo la comieron. Otra parte cayó sobre la piedra; y nacida, se secó, porque no tenía humedad. Otra parte cayó entre espinos, y los espinos que nacieron juntamente con ella, la ahogaron. Y otra parte cayó en buena tierra, y nació y llevó fruto a ciento por uno.”

Yo vengo de una familia de agricultores y me consta que, para sembrar, hay que preparar la tierra primero. Quitas piedras, raíces de plantas, luego pasas el arado y vas marcando los surcos, después con la bolsa de semillas al hombro vas dejando caer los granos en los pequeños hoyos que alguien más ya abrió, y ayudada de tus pies cubres con tierra.

La parábola dice que parte de esa preciosa semilla cayó por el camino. ¿Por qué ese descuido y falta de esmero? Porque Dios no quiere que nadie se pierda, sino que todos procedamos al arrepentimiento (2 Pedro 3:9). Eso es lo que está en su corazón. La salvación está a la mano de todos los hombres.

¿Entonces, cómo podemos tener un compartir de la Palabra más efectivo? Aquí les dejo algo de lo que a mi parecer y de acuerdo a la Palabra he aprendido:

1. Nuestro compartir debe ser precedido por una relación personal con el Señor. No podemos hablar de quien no conocemos, simplemente, no habría autoridad en nuestras palabras. (Santiago 1:22).

2. Debemos conocer la Palabra de Dios, alimentarnos diariamente de ella. “El hombre bueno, del buen tesoro de su corazón saca lo bueno… porque de la abundancia del corazón habla la boca”, Lucas 6:45. Debemos estar prestas, listas a hablar del Señor con mansedumbre, no caer en pleitos y vanas discusiones. Personalmente he aprendido que la gente no necesita saber datos históricos, tampoco ocupa saber quién vino de quién o por qué esto o lo otro. (¿Recuerdan a la mujer samaritana junto al pozo de agua?) ¡Necesitan conocer a JESÚS! Les urge saber quién realmente es Él, y lo necesitados que estamos todos de una relación diaria y personal con Él.

3. No cuantifiquemos éxitos o fracasos, el resultado no está en nuestras manos, nosotras no convencemos o cambiamos corazones o pensamientos, ese es trabajo del Espíritu Santo. Él nuestro es solamente soltar la semilla (Hechos 2:47).

4. No dejemos de intentarlo una y otra y otra vez (Gálatas 6:9)

5. Armémonos con textos que hablen de evangelismo. Esta sí es parte de nuestra responsabilidad, si no tenemos buena memoria, pues traigámoslos a la mano en el celular o la cartera.

6. Aprendamos a “ver” con ojos espirituales, dejemos de mirar solamente barreras y obstáculos. Cada persona que se cruce en nuestro camino representa una hermosa oportunidad para entregar el precioso mensaje del Evangelio. Llevemos cautivos al Señor nuestros propios argumentos que se levantan en contra de lo que la Palabra de Dios nos dice.

7. ¿Qué nos falta? El elemento indispensable; la oración. Oremos antes, durante y después de haber compartido. Hagamos primero una lista de oración y clamemos a nuestro Dios Soberano por nuestra familia no creyente, por vecinos, amigos, compañeros de oficina, el chofer del taxi, la mujer en el súper, la que nos arregla el cabello. Pero al orar, hagámoslo sinceramente, rogando al Padre que nuestro corazón pueda realmente hacerse uno con la necesidad de ellos. No los veamos como si fuéramos sus salvadores; hay uno solo y su nombre es Jesucristo. Que el amor sea el centro de nuestro interceder y compartir, el amor fue lo que hizo al Padre enviar a su amado Hijo. El amor llevó al Hijo a esa cruz por nosotros. 

“Si yo hablase lenguas humanas y angélicas, y no tengo amor, vengo a ser como metal que resuena, o címbalo que retiñe” (1 Corintios 13:1).

Por: Silvia Sánchez de Salazar

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