Matrimonio en yugo desigual

2 Corintios 6:14 nos dice que no debemos unirnos en “yugo desigual con los incrédulos”. La iglesia de Corinto tenía un grave problema espiritual: los creyentes se casaban con personas inconversas y estas relaciones estaban influenciando negativamente en la iglesia. En lugar de ser los creyentes los que influenciaran positivamente a sus cónyuges que no conocían a Cristo, eran los cónyuges inconversos los que tiraban de los creyentes hacia el mundo.

La idea de no unirse en yugo desigual está basada en Deuteronomio 22:9 “No sembrarás tu viña con semillas diversas, no sea que se pierda todo, tanto la semilla que sembraste como el fruto de la viña”, y se refiere al problema que surge de unir dos cosas que no deberían unirse.

Ahora bien, ¿qué hacemos cuando ya nos hemos casado con una persona que no cree en Cristo y que no comparte nuestra vida espiritual? ¿Cómo hacer que un matrimonio funcione a pesar de eso?

Si el creyente es el esposo, debe amar a su esposa como Cristo amó a la iglesia (Efesios 5:25). Si el creyente es la esposa, debe respetar a su marido como cabeza de hogar (Efesios 5:22-23; 1 Pedro 3:1). Y, aunque esto sea difícil, precisamente porque la pareja no sea creyente, es especialmente importante demostrar diariamente lo que significa ser cristiano y tener una relación personal con el Señor.

El apóstol Pablo también dice que, como creyente, uno debe ir más allá en el matrimonio: “Y a los demás yo digo, no el Señor: Si algún hermano tiene mujer que no sea creyente, y ella consiente en vivir con él, no la abandone. Y si una mujer tiene marido que no sea creyente, y él consiente en vivir con ella, no lo abandone. Porque ¿qué sabes tú, oh mujer, si quizá harás salvo a tu marido? ¿O qué sabes tú, oh marido, si quizá harás salva a tu mujer?” (1 Corintios 7:12-13, 16).

En otras palabras, tu prioridad principal es el beneficio espiritual de tu pareja, no tu propio nivel de comodidad. La prioridad del creyente siempre debe ser extender el reino de Dios y, por supuesto, nunca va a ser algo fácil. Por el contrario, esta relación matrimonial será difícil y demandante. Después de todo, ambos viven en mundos diferentes. Tu pareja no va a llegar al Señor por una predicación constante o por estar recordándole su condición, sino por tu amor, tu respeto y tu ejemplo de vida piadosa.

Enfoque a la familia da algunos principios a tener en cuenta al enfrentarse al reto diario de vivir con una pareja que no comparte tu relación espiritual con el Señor:

1. Sé paciente.

Trata de recordar que Dios ama a tu pareja incluso más que tú. Dios puede estar obrando en tu pareja en maneras que tú no puedes ver y quizás te utilice en el proceso. Pero no necesita tu ayuda, así que no hagas el papel del Espíritu Santo. Permanece en oración y confía en que el Señor quiere que todas las personas se salven (1 Timoteo 2:4; 2 Pedro 3:9).

2. No te interpongas.

Es imposible ser perfecto, pero debes recordar que tu comportamiento puede atraer o repeler a tu pareja a las cosas espirituales. ¿Estás viviendo lo que estás experimentando con Dios? ¿Tu relación con Cristo te hace una persona con la que sea agradable estar o tu religiosidad arrincona a tu pareja?

3. Sé auténtico.

No tengas miedo de revelar tus debilidades personales. Sería hipócrita fingir que nunca estás preocupada o que no tienes dudas. Tu transparencia puede ser reveladora de tu fe, sobre todo cuando tu pareja ve la forma en la que te acercas a Dios para encontrar ayuda, consuelo y guía.

4. Sé equilibrado.

No hay duda de la importancia de la fe y de tu relación con Dios, pero es fácil perder la perspectiva cuando estamos preocupados por el bienestar espiritual de nuestro cónyuge. La “híper religiosidad” o el estar 24 horas al día 7 días a la semana ocupada en los asuntos de la iglesia, harán un efecto negativo en tu pareja.

5. Examina las razones.

Toma tiempo para explorar y comprender las razones del escepticismo de tu pareja. Eso no debe, sin embargo, darnos una razón para juzgarlo (Mateo 7:1). A veces pensamos que sabemos más del otro de lo que realmente conocemos. Solo Dios sabe exactamente lo que hay en el corazón de la otra persona. Intenta comprenderlo aunque no tengas todas las respuestas.

Si estás casada con una persona inconversa, espero que esto te ayude en tu vida diaria. Nunca dejes de orar para que llegue a los pies de Cristo y vive tu fe de una manera que afecte a tu pareja de manera positiva.

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