¡Mi horno de aflicción!

“He aquí te he purificado, y no como a plata; te he escogido en horno de aflicción”, Isaías 48:10.

¡Qué asombroso es que Dios no nos trate como merecemos! Ahora podríamos llegar a pensar que una vez en el camino (Juan 14:6) no estaremos cerca de las llamas. Pero acontece que el Señor, en Su soberanía, ha diseñado un horno de aflicción (pruebas) a la medida para cada una de Sus hijas y con los tiempos exactos para que cumplan con el propósito de limpiarnos y purificarnos POR amor de Sí mismo y PARA que Su gloria no sea dada a otro (Isaías 48:9).

Dios conoce exactamente los ídolos que habitan en cada corazón y que pueden o podrían quitarle Su gloria en nuestras vidas. Es por eso que nuestro sabio y buen Dios ha elegido con Su mano justa el horno perfecto para cada una de nosotras, con instrucciones precisas que permiten una transformación de nuestro engañoso y contaminado corazón, haciéndonos crecer conforme a la imagen de Cristo.

Estar en ese lugar, en ese momento, en esa situación orquestada por Dios, recibiendo en nuestro cuerpo las temperaturas elevadas al interior de nuestro horno, elimina de nosotras todo aquello que nos distrae de Cristo, produciendo un deseo profundo de estar siempre en la presencia del Señor y una fe inquebrantable. ¡Es una preparación para una vida mejor, la vida eterna en la presencia de nuestro Dios!

Dios mismo en Su soberanía orquesta que estemos en el horno y así mismo nos da la gracia para poder resistir en medio del fuego. Daniel 3:17 “He aquí nuestro Dios a quien servimos puede librarnos del horno de fuego ardiendo; y de tu mano, oh rey, nos librará”.

Dios siempre está a nuestro lado independientemente del grado que alcance la temperatura de nuestro horno, no sufriendo ningún daño si lo evaluamos a la luz de la eternidad. Daniel 3:25: “Y él dijo: He aquí yo veo cuatro varones sueltos, que se pasean en medio del fuego sin sufrir ningún daño; y el aspecto del cuarto es semejante a hijo de los dioses”.

No contaba, ni cuento con mérito alguno para merecer la misericordia y gracia de Dios, por lo contrario, merezco pagar mi condena de muerte. PERO el gran amor del Señor derramado en mi corazón, por medio de la gloriosa obra de Jesucristo en la cruz, contuvo Su ira y no fui destruida. Alejada de pensar, que tan magnífico milagro “una muerta que recobra su vida” se debiera a algo que hubiese hecho o que llegaría a hacer, las Escrituras nos señalan que Dios mismo lo determinó por amor de Sí mismo y para Su gloria (Isaías 48:9).

Si eres hija de Dios, es seguro que Dios tiene un horno conforme a tus necesidades ¿Has identificado tu horno de aflicción? ¿Ya estás sintiendo el fuego?

Oremos para que Dios por medio de la obra de Su Santo Espíritu permita que en oración podamos darle gracias por nuestro horno y que nos llene de gracia para perseverar mientras nos encontramos en medio de las pruebas.

Por Yuliana Fragozo

 

Loading controls...