Mi legado

Más de una noche me he quedado despierta en la cama contemplando el techo, con las lágrimas calientes rodando por las mejillas, preguntándome si cuando crezcan solo recordarán mis errores, si los momentos malos opacarán los buenos, si podrán entender que con ellos aprendí a ser mamá…

Quizá te ha pasado a ti también.

Cada día de nuestra vida como madres estamos construyendo un legado para nuestros hijos. Algo que se quedará con ellos incluso cuando nosotras ya no estemos. Pero, ¿sabes?, a pesar de esas noches de lágrimas y de mis propias dudas, he llegado a entender que ese legado no tiene que ser un ideal de perfección. ¡Al contrario! Esa meta es imposible de alcanzar y lo que tantas veces nos frustra y nos impide avanzar.  

Quiero dejar a Daniela y a Nathan un legado real.

El legado de haber convivido en una familia imperfecta, como todas, pero aferrada al Perfecto. Una familia donde el amor siempre cubra multitud de pecados y sea incondicional.

Quiero mostrarles el verdadero orden bíblico: Dios, esposo, hijos. Que me vean amar a su papá, abrazarlo, besarlo. Y sí, algunas veces nos verán disentir, pero nunca maltratarnos ni faltarnos el respeto. Y cuando nos equivoquemos, quiero que vean que nos pedimos perdón. Modelarles una relación que pueda servirles de inspiración.

Quiero que recuerden a una mamá auténtica, que se equivocó a montones, pero reconoció sus errores y también buscó el perdón de ellos. Eso les hará sentir seguros cuando ellos mismos se equivoquen y tengan que buscar perdón de Dios, de sus padres o de otras personas según vayan creciendo.

Quiero que en sus mentes se graben las canciones que les canté arrullándolos y las que luego cantamos juntos en la casa, en el carro, en la iglesia.  

Anhelo dejarles un legado de momentos de risa y abrazos, de mañanas de sábado jugando en la cama antes de levantarnos y de besos en la noche antes de dormir.

Quiero que recuerden las ocasiones en que coloreamos juntos, cocinamos juntos, hicimos castillos de arena, visitamos museos, armamos rompecabezas y paseamos juntos en bicicleta.

Le pido a Dios que puedan recordar a una mamá que les abrazó cuando estuvieron tristes o tuvieron dudas, y que siempre trató de escucharles y contestar sus preguntas. Una mamá que oró con ellos en cualquier situación.

Quiero que mi legado mayor para ellos sea haberme visto vivir lo que predico y amar a Jesús hasta el final, con imperfecciones y todo.

No sé qué riquezas materiales puedan heredar nuestros hijos pero es mi oración que podamos dejarles el caudal de vivir una vida abundante en Cristo Jesús, tal y como Dios la diseñó. 

Desafío para la semana: Escribe una carta a cada uno de tus hijos. Cuéntales detalles de su vida, cómo fue su nacimiento, anécdotas y recuerdos que estén grabados en tu memoria. Háblales también de cómo te sentiste tú, tus emociones. Cuéntales cuáles son tus anhelos como madre, tus sueños, tus objetivos, lo que esperas para su futuro. Compárteles tus oraciones por ellos, versículos que guían tu visión como madre.

Puedes darles la carta el día de su mayoría de edad, de su matrimonio, o incluso guardarla para cuando tú faltes. Tómate un tiempo para hacer de este ejercicio algo especial, algo que atesoren cuando tú no estés. Que sea parte de tu legado.

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