Mi reino no es de este mundo…

“Mi reino no es de este mundo” – Juan 18:36

Dios usó a David para allanar el camino para Jesús, y el reino de Jesús es diferente a lo que todo el mundo hubiera esperado.

Todo el mundo, menos Dios.

Hoy vemos que Jesús vino a establecer un reino espiritual, a pesar de que los que lo rodeaban querían un reino físico.

Los Judíos querían que su Mesías tan esperado entrara en su mundo y moviera un poco las cosas. Ellos querían que viniera a salvar a su gente, pero en las formas y con la fuerza que ellos imaginaban. Ellos querían la salvación, no de sus propios quebrantos y pecado, sino más bien de sus enemigos físicos y de la opresión bajo la cual vivían. En el corazón de ellos querían venganza por la forma en que habían sido tratados y contra aquellos que les habían hecho daño. Ellos querían que sus opresores romanos pagaran, tanto en sentido literal como figurado.

Miro mi propio corazón y mi vida, y veo que no soy distinta a ellos. Yo tampoco quiero soluciones espirituales a mis problemas físicos. Pero los caminos de Jesús no son nuestros caminos, así que ¿por qué creemos que Su reino sería como cualquier cosa que podamos imaginar?

El reino de Jesús es espiritual

No tiene fronteras pero reside en los corazones de aquellos que le aman. Hombres, mujeres, jóvenes y adultos. Él no discrimina. Americanos, mexicanos, húngaros, rusos, marroquíes, Judíos y samaritanos… las  fronteras se borran y los muros son derribados a medida que aprendemos a vivir para Él y Su reino en lugar de para nosotros mismos. Las manos se extienden y la compasión se otorga a medida que nacen nuevas conversaciones y nuevas amistades.

Sus armas son espirituales: la oración, el perdón, la verdad y el amor

Estas armas son más poderosas que las que cualquier militar puede cargar. Son armas que pueden cambiar el curso de nuestras familias y naciones – nuestras vidas – si elegimos usarlas.

Estas armas están a nuestra disposición y se diferencian de cualquier cosa que el mundo haya visto. Pero tenemos una opción. ¿Nos daremos cuenta de que en la batalla ante la que realmente estamos no puede vencer ningún arma física y utilizaremos las armas que Jesús tan gentilmente nos ha dado? No se dejen engañar. A pesar de que nuestras batallas pueden parecer nación contra nación, familia contra familia, vecino contra vecino… hay que optar por abrir los ojos y mirar un poco más cerca. Las batallas que enfrentamos son espirituales y tenemos que lucharlas con las armas espirituales que Jesús nos ha dado.

Hay que elegir luchar a través del poder de la oración en lugar de con las palabras que nos desgarran el uno al otro.

Hay que elegir luchar con la verdad de Dios en lugar de con nuestras opiniones.

Hay que elegir luchar por la elección del amor sobre el odio, el perdón sobre el rencor y la unidad sobre la discordia.

No hay que olvidar que el reino de Jesús tiene un enemigo: el pecado y Satanás.

Como personas facultadas por la Palabra de Dios, constantemente debemos recordar que el reino de Jesús no es de este mundo… y el nuestro no debería serlo tampoco. El reino de Jesús reside en nuestro corazón (Lucas 17:21).

Conociendo esta verdad, ¿cómo podemos llevar el reino de Jesús al mundo?

Ama a Dios grandemente

Por Ángela Perritt

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