Mujer valiente, ¡aunque te asuste la idea!

Es difícil para mí escoger un libro favorito en la Biblia, tengo varios. Josué es uno de la lista. Me gusta por varias razones, entre ellas, porque creo que Josué fue un líder extraordinario y a la vez un hombre con fragilidades, como tú y yo, de quien podemos aprender varias cosas. 

Al comienzo del libro nos lo encontramos dando los primeros pasos frente al pueblo de Israel, y Dios le dice lo siguiente: 

“Nadie podrá hacerte frente mientras vivas. Pues yo estaré contigo como estuve con Moisés. No te fallaré ni te abandonaré. Sé fuerte y valiente, porque tú serás quien guíe a este pueblo para que tome posesión de toda la tierra que juré a sus antepasados que les daría. Sé fuerte y muy valiente.” (Josué 1:5-7a)

En esos versículos Dios le da a Josué una promesa, una encomienda y un mandato.

Promesa: Cuentas conmigo, Josué.

Encomienda: Serás el líder de este pueblo en su conquista.

Mandato: Sé fuerte y valiente.

Veamos entonces qué lecciones extraemos del pasaje:

La primera, Dios va de general y compañero de lucha en nuestras batallas, pero aun así nos toca pelearlas. En la promesa Dios le garantizó a Josué que no lo haría solo, pero en el mandato y encomienda le recuerda que también él tiene un papel que desempeñar. 

¿Qué tal si lo llevamos ahora a nuestra vida, a tu vida y la mía como esposas, madres, siervas de Dios, amigas?  Tú y yo también tenemos promesas de Dios. Y en particular también tenemos la promesa de Jesús de no dejarnos solas (léelo en Mateo 28:20). De manera que, sea cual sea la situación en la que estemos hoy, permíteme escribirlo con letras grandes: NO ESTAMOS SOLAS.  

Quizá estás lejos de la familia, quizá tu esposo se marchó, tal vez tu nido está vacío, pero (y voy con mayúsculas de nuevo), TÚ NO ESTÁS SOLA. Recuerda que el corazón muchas veces nos engaña. Las emociones nos hacen sentir que nos aplasta una inmensa soledad, en ocasiones incluso rodeadas de personas. Pero Jesús nos dio esta promesa para que la creamos y nos aferremos a ella, nunca estaremos solas. 

Permíteme ir más allá. Para esos momentos en que la soledad parezca muy real y abrumadora, busca el rostro de tu Señor en oración y pídele que su presencia sea igual de real, que puedas sentirla. Me ha pasado, se lo he pedido, él ha respondido. ¡Ese es nuestro Dios!

Segunda lección: Josué recibió una encomienda, ser el líder de Israel, y nosotras tenemos nuestras propias encomiendas. Algunas similares, otras diferentes. Pero igual Dios ha puesto en nuestras manos tareas con las que debemos cumplir. ¿Y sabes? Cada una tiene una misión que nadie más podrá enfrentar. Tus hijos son tu misión. Nadie puede desempeñarla como tú. Tu matrimonio también es tu misión, tienes un rol que jugar. Los dones y talentos que Dios te ha dado son para emplearlos en la misión que Dios te encomiende. 

Las misiones de Dios no son solo para los pastores, los misioneros o los que tengan algún título o cargo. Cada una de nosotras ha sido llamada a servir a Dios en la trinchera del hogar, en la iglesia a la que pertenecemos y en la comunidad en la que vivimos. 

Josué fue un gran líder porque decidió claramente que él y su casa servirían al Señor. Abrazó la misión y no miró atrás. Aprendamos y hagamos lo mismo. Ya tenemos la misión. Miremos hacia arriba, no hacia atrás.

Y por último, el mandato que Dios tenía para Josué, también lo tiene para mí y para ti: “sé fuerte y valiente”. Ya tenemos la garantía de la presencia de Dios, sabemos que tenemos una misión (o varias) que cumplir, y ahora se nos dice, parafraseando, “que nos ajustemos bien la falda”.  Me atrevo a pensar que Dios le dijo esto a Josué porque tal vez, como ser humano al fin, sintió temor. ¡La misión que tenía por delante era como para asustarse! 

A nosotros también nos sucede. Criar hijos es una tarea que requiere valentía. Hay ocasiones en las que me he preguntado si realmente tengo lo que se necesita para ser mamá. Entonces el Señor me recuerda que fue él quien me dio la tarea, me toca a mí ser valiente y esforzarme para hacerla bien, como él quiere.

Ser una esposa como Dios lo diseñó también requiere valor porque en este siglo lo que nos rodea grita todo lo contrario: “divórciate, haz lo que te dicte el corazón, tu felicidad es lo que más importa, etc.”... todas hemos escuchado frases similares. Así que para ir contra esa corriente se requiere audacia. Pero, el mismo Señor nos dice que el espíritu que él nos ha dado no es de temor sino de poder (2 Timoteo 1:7). ¡Dios quiere mujeres valientes, como Débora y como Rajab! 

Mi querida lectora, como te he dicho antes, uno de los propósitos de la Palabra de Dios es que aprendamos de estos hombres y mujeres, e imitemos aquello que es digno de ser imitado. Aprendamos de Josué y recordemos: tenemos promesa, tenemos una encomienda y tenemos un mandato. Digamos sí, como dijo Josué, y al final veremos la victoria, como también él la vio.

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