Mujer virtuosa – Joya rara y preciosa

“Mujer virtuosa, ¿quién la hallará? Porque su estima sobrepasa largamente a la de las piedras preciosas” – Proverbios 31:10

¿Quién la hallará?

Es una pregunta que expresa, en realidad, la idea de “¿¡quién tendrá la dicha de encontrarla!?”. Y es que una mujer virtuosa es una mujer de fuerza, eficiencia y capacidad, una mujer de gran firmeza y fortaleza moral. Es una mujer que teme a Dios, ama la verdad y odia el pecado.

Una mujer virtuosa es difícil de encontrar, sí… pero muy fácil de reconocer. En una sociedad en la que muchos creyentes pasan desapercibidos para no ser considerados “raros” o “anticuados”, una mujer con esas cualidades de carácter va a resaltar entre la multitud, precisamente por lo inusual de un carácter que vive de acuerdo a la Palabra de Dios sin importar lo que otros puedan pensar de ella.

Esta mujer es, por su rareza y por la dificultad de encontrarla, mucho más valiosa que las piedras preciosas. Ninguna joya que se te pueda venir a la mente, ninguna posesión material por importante que sea, tiene más valor que ella.

Cuando un joyero quiere examinar una joya para ver su valor, saca una lupa de aumento para poder ver detalladamente las perfecciones y las fallas de esa joya, las cosas que, a simple vista, no pueden ser tasadas. Sin la lupa, dos joyas pueden parecer iguales. Sin la lupa de la Palabra de Dios, dos mujeres pueden parecer iguales. Pero cuando ponemos la lente de aumento en sus vidas, podremos encontrar la diferencia.

Una mujer virtuosa es una mujer de gran valor para Dios, para su esposo, para sus hijos, para su casa, para su comunidad. Pero no se queda solamente en eso. Casada o no, con hijos o no, tu influencia como mujer virtuosa se extiende mucho más allá. Se convierte en una marca de vida, en una mujer que vive teniendo a Dios en el primer lugar de todo y dejando que Él ordene todo lo demás.

“La mujer virtuosa es un raro tesoro, un tesoro inusual, distinto, excepcional, extraordinario, superlativo. Pero de acuerdo a Dios, el Autor de toda belleza, tú y yo podemos convertirnos en todo lo que ella es.” – Elisabeth George, Beautiful in His Eyes

La definición de virtud no ha cambiado en estos siglos. Dios todavía quiere que aprendamos a ser mujeres virtuosas, mujeres que temen a Dios, honestas, modestas, que trabajan duro.

¿Estás dispuesta a aceptar el reto de convertirte en una mujer virtuosa aunque eso te suponga destacar (a veces de manera negativa) en medio de una sociedad en decadencia? ¿A ser esa joya de valor que ilumina con su brillo tanta oscuridad?

Para pensar:

Una mujer virtuosa es una mujer a la que no le importa ir contra corriente, que no se rige por las normas impuestas por la sociedad. Una mujer a la que le importa agradar a Dios con su vida, no al ojo humano.

Piensa por un momento en tu propia vida. ¿Estás llevando una vida que agrada a Dios? ¿Estás diluyéndote en una sociedad que no teme a Dios y que se rige según sus propias normas? ¿Saben las personas que te rodean (familia, amigos, compañeros de trabajo, vecinos…) que eres creyente? En caso afirmativo, ¿tus acciones, tus palabras y tu forma de vivir están de acuerdo a lo que dices ser?

Toma un tiempo en oración analizando todo esto y pidiendo a Dios que hable a tu corazón y te muestre aquellas cosas que te están impidiendo ser una mujer virtuosa. Y después… ¡ponte manos a la obra!

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