¡No es justo!

“¡Es tan injusto!”

No puedo contar las veces que he escuchado esa frase de boca de mis hijos o de sus amigos.  

También ha pasado por mi cabeza en ocasiones, y seguro que por la tuya también. Por alguna razón, a pesar de saber que vivimos en un mundo que dista mucho de ser perfecto, un mundo manchado por los efectos del pecado, todavía queremos que todo sea “justo”. Y las expectativas van desde más horas de juego con los amigos, en el caso de los niños, hasta la amiga que no te invitó a su fiesta de cumpleaños o el aumento de salario que no llegó. 

Y aunque sí, muchas veces encontraremos verdaderas injusticias, en una buena parte de los casos esas supuestas injusticias podrían traducirse mejor con esta frase: “expectativas no cumplidas”. 

¿Qué te parece si te cuento que me encontré la tan socorrida frase en un pasaje de la Biblia?  

“Maestro, ¿no te parece injusto que mi hermana esté aquí sentada mientras yo hago todo el trabajo? Dile que venga a ayudarme”, Lucas 10:38, NTV. 

Ya conoces la historia, ¿verdad? Es la tan estudiada, explicada y predicada situación entre Marta, María y Jesús. Pero hoy quiero comentarte otro ángulo de este relato. 

Así que Marta decidió celebrar esta cena en su casa, en honor de Jesús y sus invitados. Sin embargo, aunque la idea era suya… ¡Marta tenía expectativas con respecto a María! ¿Cuáles? Marta esperaba que María le ayudara, que se sumara a su plan. Y cuando esto no pasó, Marta se frustró y expresó: ¡No es justo! 

¿Lo bueno? Según lo que vemos en el pasaje, Marta no se quejó con las vecinas, ni las amigas, ni siquiera con la propia María. Ella fue directo a la fuente, a Jesús. Y allí presentó su queja. ¿Lo hacemos así tú y yo?

La realidad es que muchas veces nos quejamos por lo “injusto” con el esposo, la amiga, la vecina, ¡o hasta en Facebook! Pero no entendemos que el primer lugar, el mejor y más seguro lugar para presentar nuestra queja es a los pies de Jesús. ¿Y sabes por qué? Porque muchas veces en ese lugar él cambia nuestra perspectiva y, como hizo con Marta, nos demuestra que “lo injusto” realmente es más bien una percepción equivocada… o una expectativa mal puesta. 

Lo cual me lleva al segundo punto. Marta tenía una expectativa con relación a María que al parecer nunca le comunicó. ¿Te resulta conocido? ¡Cuántas veces tenemos expectativas de las personas, pero no se las comunicamos! ¿Resultado? Frustración, amargura, desencanto. Tal y como le pasó a Marta, frustrada porque María no le daba su ayuda. 

Esto tiene dos aristas que quiero que consideremos. La primera: si esperas algo de alguien, necesitas decírselo. Las personas no tenemos la capacidad de leer el pensamiento. Esto es súper importante en nuestro matrimonio, por ejemplo. Lo que esperes de tu esposo, díselo y no te enojes luego porque él no pudo “adivinar” lo que tú sentías o querías.

La segunda arista: cerciórate de tener expectativas reales. A veces ponemos cargas en los demás al esperar cosas que están más allá de lo que ellos pueden dar o hacer.   

Amiga lectora, aprendamos de Marta. Estaba afanada con muchas cosas, al punto de que lo que en un principio debe haber sido un gozo (preparar la cena para Jesús) se convirtió en una carga molesta porque sus expectativas estaban equivocadas… ¡y no le parecía justo! 

Si realmente estamos cargadas por algo que nos parece injusto, vayamos delante del Señor, ese es el mejor lugar. Aprendamos del rey David que una y otra vez iba delante de Dios con sus “quejas” (Salmos 42). Y pidámosle que nos muestre cuándo estamos teniendo expectativas irreales y que nos ayude a ser honestas, con nosotras mismas y con los demás.

 

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