No nos desesperemos

Volvió, por tanto, a desesperanzarse mi corazón acerca de todo el trabajo en que me afané, y en que había ocupado debajo del sol mi sabiduría. ¡Que el hombre trabaje con sabiduría, y con ciencia y con rectitud, y que haya de dar su hacienda a hombre que nunca trabajó en ello! También es esto vanidad y mal grande. Porque ¿qué tiene el hombre de todo su trabajo, y de la fatiga de su corazón, con que se afana debajo del sol? Porque todos sus días no son sino dolores, y sus trabajos molestias; aun de noche su corazón no reposa. Esto también es vanidad.” – Eclesiastés 2:20-23

En nuestra lectura de hoy encontramos a Salomón lamentándose sobre el afán de su trabajo. Habla sobre trabajar duro, usar su conocimiento y sabiduría para perseguir su vocación y, entonces, encontrarse con alguien más disfrutando el fruto de su esfuerzo. ¿Quién no ha sentido de alguna manera el aguijón de las palabras de Salomón? Cada una de nosotras ha invertido acciones, actitudes o palabras en otras personas o en algo para, al final, encontrar que nuestro mejor esfuerzo no fue suficiente. Cuántas hemos llegado a un lugar en el que hemos invertido todo de nosotras solo para sentirnos vacías y rechazadas. Conozco un hombre que ha tenido la misma experiencia que Salomón.

Este hombre nos conoce a mi esposo y a mí. Es de los que puede llevar una audiencia con su forma de relatar, su conducta cautivadora y sus historias a través de los continentes. Nos tomó por sorpresa como, en un evento, él se retiró de la multitud y, en una conversación sombría poco característica de él, nos reveló el tormento de su alma.

Su trabajo le hacía viajar la mayor parte del año y algunos de sus viajes lo hacían estar lejos de casa durante semanas. Cuando sus hijos entraron en la universidad, se dio cuenta de que no los conocía, eran como extraños. Durante sus décadas de viajes, su esposa llenó su tiempo cuidando de su familia, desarrollando amistades y apoyando a la comunidad como voluntaria. A medida que su horario disminuyó, encontró difícil encontrar lugar en la vida de su esposa. El brillo normal que caracterizaba sus ojos se había ido… El remordimiento se veía en su cara al compartir su corazón y su dolor. Hablaba de arrepentimiento por la futilidad de su esfuerzo y nos dijo de su deseo de haber tomado otras decisiones.

La vuelta a casa fue silenciosa y mi esposo y yo nos quedamos absortos, pensando en la magnitud de su revelación y sintiendo la magnitud de su dolor.

Ya sea que nos encontremos a nosotras mismas mirando hacia adelante con la mayor parte de nuestra vidas aun por vivir o que estemos ya en los años dorados repasando la historia de nuestras vidas, nunca es demasiado tarde para considerar las palabras de Salomón. Para aquellas de nosotras que pueden estar viviendo con arrepentimiento, no nos desesperemos. La parábola del hijo pródigo en Lucas 15 nos sirve como recordatorio de que nunca es demasiado tarde para regresar a Dios y redefinir nuestras vidas en Él. A medida que nos sometemos a Jesús y le permitimos redimir los años de algarrobas que hayamos comido (como el hijo pródigo), Él nos restaurará y renovará nuestras vidas. A medida que nos sometemos a Él, podemos confiar en que nos mostrará cómo vivir nuestras vidas llenas de significado y propósito.

¿Te estás desesperando por el afán de tu trabajo bajo el sol? ¿Estás dispuesta a comprometerte con Jesús y a esperar que Él redima tu situación y restaure tu vida en conformidad con Su voluntad?

Por Joan Thorn

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