Noemí y la pérdida

“Llena me fui, pero vacía me ha hecho volver el Señor” – Rut 1:21

Mi corazón siempre se entristecía con la historia de Noemí. Cómo debió haber sido de doloroso para ella regresar a Belén sin su esposo y sus dos hijos. Ella había dejado su casa natal con ellos a su lado. Cada paso que daban eran juntos y con la esperanza de un mejor futuro. Una nueva vida estaba esperando por ellos, a la vuelta de la esquina… o, eso fue lo que ellos pensaron.

Y ahora, unos años más tarde, ella vuelve a casa sin su esposo y sin sus hijos. Una mujer que dejó su casa completa ahora estaba devastada y avergonzada.

Y ella se preguntaba si Dios había escuchado mal.

¿Por qué Él permite tanto dolor en su vida? ¿Por qué tanta perdida? ¿Realmente Él tenía que permitir la muerte de su esposo y de sus dos hijos? ¿Que había hecho ella para merecer tanto castigo… tanta aflicción?

“No me llaméis Noemí, llamadme Mara, porque en grande amargura me ha puesto el Todopoderoso. Yo me fui llena, pero Jehovah me ha vuelto con las manos vacías. ¿Por qué me llamas Noemí?, ya que Jehovah ha dado testimonio contra mí. Y el Todopoderoso me ha afligido.” – Ruth 1:20-21

Quizás no hemos experimentado la pérdida de nuestros esposos o nuestros hijos, pero pienso que podemos sentir algo de empatía con esos sentimientos de abandono de parte de Dios. 

Batallamos en las noches, en nuestra casa, cuando nadie nos ve, mirando al techo y preguntándonos qué hemos hecho para que Dios esté enojado con nosotras, qué es eso tan grave para que Él nos abandone y se lleve las bendiciones de nuestras vidas. Nos sentimos solas, abandonadas y amargadas en todo ese quebrantamiento que nos acompaña… tanto que no podemos respirar. Y lo último que queremos hacer en esas situaciones es irnos a casa. Y, sin embargo, ir a casa donde las personas que nos aman -para muchas de nosotras- es siempre lo mejor que podemos hacer cuando estamos destrozadas.

Porque la verdad es… que vivimos en un mundo caído que está manchado de pérdida, dolor y desengaño.

Y SIN EMBARGO…

No estamos solas.

En nuestro dolor, nuestros oídos y nuestros corazones comienzan a susurrar las dudas:

“Estás destrozada.”

“No eres amada.”

“Te han abandonado.”

“No eres lo suficiente.”

“Eres una equivocación.”

“No eres _______.”

Al igual que Noemí, permitimos que nuestras emociones dictaminen la verdad y no dejamos que sea la Palabra de Dios quien lo haga. Permitimos que nuestras emociones y nuestras heridas oscurezcan nutria visión y fallamos en mirar cómo Dios está proveyendo para nuestras necesidades en medio de nuestro dolor.

Noemí se sintió sola. Ella se sintió destrozada, vacía y afligida.

Y, SIN EMBARGO…

Dios en Su misericordia, le había dado a Rut.

Ella tenía una compañera que la acompañaría en su camino a casa, ese camino que ella había recorrido con su esposo y sus dos hijos. Ella no estaba volviendo sola y vacía como se sentía. Rut estaba con ella, y Dios también.

Y en medio de su pena, Dios estaba usándola de manera poderosa. Por medio de Noemí, Rut conoció de Dios, confió en Dios, e hizo al Dios de Noemí su Dios. Y eventualmente, ella se convertiría en la bisabuela de nuestro Salvador y Señor, Jesucristo.

Dios usó el quebrantamiento de Noemí.

Amigas, les quiero animar hoy: sin importar la situación por la que estás atravesando, el dolor, la aflicción o la traición… Dios está trabajando.

Mi oración es que seas animada hoy por la historia de Noemí y recuerdes que Dios puede traer siempre algo bueno de cualquier dolor. Él está siempre trabajando en nuestras vidas y Él restaurará las piezas rotas para Su gloria.

Nuestra identidad no viene de nuestras emociones, sino que viene de lo que Dios dice que somos.

Soy Completa en Cristo (Colosenses 2:10)

Soy una hija de Dios (Gálatas 3:26)

Soy escogida (1 Pedro 2:9)

Soy Redimida (Gálatas 3:13)

Soy Justificada (Romanos 5:1)

Soy vencedora (Apocalipsis 12:11)

Soy perdonada (Efesios 1:7)

Arraigadas y edificadas en Él, confirmadas en la Fe y abundando en acciones de gracias (Colosenses 2:7)

Soy amada grandemente por Dios (Romanos 1:7; Efesios 2:4; Colosenses 3:12; 1 Tesalonicenses 1:4)

Somos hechura suya, creadas en Cristo para hacer buenas obras (Efesios 2:10)

Dios está siempre conmigo, Él no me dejará (Deuteronomio 31:6)

Dios es mi consuelo (2 Corintios 1:3-5)

Todo lo puedo en Cristo que me fortalece (Filipenses 4:13)

Tengo la mente de Cristo (1 Corintios 2:16)

Soy justificada ante Dios por medio de Jesús (2 Corintios 5:21)

Tengo a Dios en mi: Porque mayor es el que habita en mí que el que está en el mundo (1 Juan 4:4)

No soy yo quien vive, pero Cristo que vive en mí (Gálatas 2:20)

Por Angela Perritt

Loading controls...