Nuestras oraciones importan

“Se puso de rodillas y oró” – Hechos 9:40 

Solo puedo imaginar el dolor que aquéllos que amaban a Tabita (Dorcas) estaban sintiendo cuando Pedro fue llevado a verla.

Fue un llamado de aquellos que estaban sufriendo y que estaban superados por el dolor tras la muerte de su querida amiga. Su petición estaba llena de tristeza, dolor de corazón y una pequeña esperanza de que tal vez, solo tal vez, Pedro pudiera hacer algo.

Una mujer amada – una mujer que describen como que “abundaba en buenas obras y en limosnas” – yacía sin vida.

¿Qué pasó? No se nos dice.

Lo que sabemos es que esta mujer vivió su vida bien y eso se nota en la respuesta de aquellos que pasaron un mal rato en aceptar la realidad de su muerte. Mujeres de toda la ciudad comenzaron a llenar la habitación en la que su amada amiga yacía. Fueron a honrarla y a llorar por ella juntas, cada una llevando las ropas que Tabita había hecho para ellas en forma personal. Tabita había usado sus manos y las habilidades que Dios le había dado para mejorar sus vidas y la habitación daba evidencia de una vida que había impactado a muchos. Tabita amaba a estas mujeres y lo mostró en la belleza de las túnicas y los atuendos que había hecho para ellas y que llevaban con tanto orgullo.

Tabita amaba a otros bien… y se mostraba por lo que dejaba atrás.

Ahora, con el corazón roto por su muerte, estas mujeres llegaron con sus bellos atuendos hasta Pedro.

Pero en lugar de llorar la muerte de Tabita, Pedro las envía fuera de la habitación, se pone de rodillas y ora.

Allí donde otros solo veían muerte, Pedro vio una oportunidad.

Y me pregunto, ¿Cuántas veces en nuestras vidas hemos visto algo con nuestros ojos y nos ha parecido muerto?

¿Quizás una relación?

¿Una oportunidad?

¿Un sueño?

¿Cuántas veces hemos visto una situación y nos hemos sentido descorazonados, sin esperanza, sin ni siquiera pensar en el poder de la oración?

Estoy segura de que más veces de las que quisiéramos admitir.

PERO en lugar de unirse a las que lloraban, Pedro las saca de la habitación y se centra en Dios. Pedro se vuelve a Dios y busca Su ayuda en un asunto que sabe que está fuera de su control.

¿Y cuál fue el resultado?

Por causa de un hombre volviéndose a Dios por ayuda, Dios intervino y “muchos creyeron”.

Esta es la cuestión…Dios tiene el poder de volver la muerte en vida.

Él tiene el poder de volver malas situaciones en buenas oportunidades, muchas veces cuando menos lo esperamos. Somos un pueblo que no tiene excusa para no vivir con gozo y esperanza. Jesús está vivo, amigas, Él está activo en nuestro mundo, en nuestros hogares, nuestras iglesias y nuestros países.

Como creyentes, no somos esclavas del miedo; Dios está con nosotras, Dios nos llama a ser valientes, a confiar en Él, a orar y a actuar.

Tenemos el poder de la oración, una línea directa con nuestro Señor y Salvador en cualquier momento, cualquier día. Este es el mismo Salvador que se levantó de entre los muertos – el mismo Creador que puso los planetas en órbita y las estrellas en el firmamento.

Sí, podemos ver algunas situaciones y ver solo muerte, pero quizás si nos arrodillamos y oramos… veamos un milagro.

Queridas amigas, Jesús tiene el poder de cambiar personas y situaciones. No podemos dudar en hacer nuestra parte y orar en el poderoso nombre de nuestro Señor y Salvador Jesucristo.

“Si se humillare mi pueblo, sobre el cual mi nombre es invocado, y oraren, y buscaren mi rostro, y se convirtieren de sus malos caminos; entonces yo oiré desde los cielos, y perdonaré sus pecados, y sanaré su tierra.” – 2 Crónicas 7.14

Nuestras oraciones tienen importancia.

Por Ángela Perrit

 

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