Orando con la Biblia: El mejor lugar

"Pero tú, cuando te pongas a orar, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu Padre, que está en lo secreto. Así tu Padre, que ve lo que se hace en secreto, te recompensará", Mateo 6:6

¿Será que el valor de nuestras oraciones lo determina el lugar donde oremos? ¿Será que solo podemos orar en un lugar “secreto”, “cerrado”? ¿Será que Dios solo escucha las oraciones hechas a solas?

La respuesta a todas esas preguntas es un rotundo “no”. Sin embargo, tenemos el pasaje de Mateo 6 y por algo está en la Biblia. ¿Por qué será?

Creo que la primera cosa que la Palabra nos está tratando de indicar es: no busques publicidad cuando ores. No se trata de que el resto del mundo sepa que estás orando, se trata de que tu Padre y tú se encuentren.

Todas las cosas tienen su momento. Hay momentos para orar en grupo y en público y hay momentos para orar a solas. Jesús practicó este principio. Él se alejaba de las multitudes para pasar tiempo solo con Dios.

“Muy de madrugada, cuando todavía estaba oscuro, Jesús se levantó, salió de la casa y se fue a un lugar solitario, donde se puso a orar”, Marcos 1:35.

“Después de despedirse de la gente, subió a las colinas para orar a solas”, Marcos 6:46.

“Así que Jesús muchas veces se alejaba al desierto para orar”, Lucas 5:16.

La soledad nos ayuda a enfocarnos, a evitar las distracciones. Pero también nos ayuda a ser auténticas, porque sabemos que nadie escucha, y que nadie juzgará lo que estemos diciéndole a Dios. Es en esos momentos de soledad con Dios que nuestra relación con Él realmente se desarrolla, es ahí donde la intimidad crece.

Esto sí lo he comprobado. Mis mejores momentos de oración nunca han sido compartidos. Siempre han sido a solas, con Dios. Y los tiempos donde más he disfrutado de la presencia de Dios han sido tiempos de soledad, cuando solo estamos Él y yo.

En cuanto al lugar que se menciona en el pasaje del principio, las casas hebreas de aquellos tiempos no siempre tenían varias habitaciones, pero cuando sí las tenían, este “lugar secreto” era un lugar que sí tenía llave. A veces se usaba como almacén. Dicho con otras palabras, un lugar en el que puedas recluirte.

Déjame contarte que paso gran parte del día dialogando con Dios en mi mente… y no, no estoy loca ni quiero que pienses que soy súper espiritual. Es solo que desde hace mucho tiempo entendí que Dios es tan real como cualquier persona y puedo hablar con Él de cualquier cosa y en cualquier momento, ya sea que voy manejando o que estoy lavando ropa o recogiendo la casa. Sin embargo, me gusta ir a mi rinconcito de oración. No es un lugar grande, no es nada especial, pero es el lugar adonde acudo cuando realmente necesito estar a solas con Dios. ¿Tienes un lugar así? Te lo recomiendo.

¿Será entonces que Dios recompensa la oración hecha en secreto solo porque fue hecha en secreto? No creo, me parece más bien que la recompensa viene por la actitud del corazón. ¿Qué buscamos al orar, reconocimiento del mundo o la presencia de Dios, escuchar su voz, su dirección?

Mi querida amiga, aprendamos la hermosa disciplina de orar a solas, de hablar con el Padre cuando nadie escucha y allí encontraremos esas cosas “grandes y ocultas” que Dios le dijo a Jeremías.

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