Palabras imprudentes

“…la lengua es un miembro muy pequeño del cuerpo, pero hace alarde de grandes hazañas. ¡Imagínense qué gran bosque se incendia con tan pequeña chispa!”, Santiago 3:5

Últimamente mi hija ha tenido muchos problemas de salud y su esposo la ha cuidado y respaldado de maravilla. “¡Tienes un verdadero tesoro en él!”, le dije.

“No pensabas lo mismo cuando lo conocí”, dijo ella con una mueca.

Tenía razón. Cuando se comprometieron yo estaba preocupada. Tenían personalidades tan diferentes. Nuestra familia era grande y ruidosa y él era más reservado. Además, le había expresado mis dudas a mi hija de manera bastante cortante.

Me horroricé al darme cuenta de que ella todavía recordaba mis comentarios de hacía quince años, los cuales podrían haber destruido una relación que al final demostró ser tan armoniosa y feliz. Pensé en cuánto debemos cuidar lo que decimos. Muchos somos rápidos para señalar lo que consideramos debilidades en la familia, los amigos o los colegas, o para centrarnos en sus errores.

Santiago dice que “la lengua es un miembro pequeño” (3:5), pero que las palabras que emite pueden destruir relaciones, o generar paz y armonía en el trabajo, la iglesia o la familia.

Quizá debamos apropiarnos de la oración de David al comenzar cada día: “Pon guarda a mi boca, oh Señor; guarda la puerta de mis labios” (Salmo 141:3).

Padre, por favor, frena mis palabras inconvenientes, y cuida mi lengua hoy y siempre.

Por: Marion Stroud

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