Para amar a otros, ¿tengo que “amarme a mi misma”?

Con frecuencia me gusta rebuscar las noticias de las celebridades. En particular, me asombra cuando los romances entre las celebridades se quiebran y se esfuman. Si las chicas más hermosas del mundo no pueden permanecer enamoradas de los chicos más apuestos del mundo, aun contando con bastante flujo de efectivo para costear constantes escapadas románticas, me intriga saber el porqué.

Recientemente, las historias por separado de dos celebridades capturaron mi atención. Ambas destacadas en la lista de estrellas más taquilleras de Hollywood, con un historial de relaciones rotas. (Dejaré que adivines cuáles son, ¡es una lista larga!). Cada una parece haber encontrado finalmente un amor duradero. Ambas compartieron el mismo secreto para finalmente ganar en el romance: “¡Aprendí a amarme a mí misma!” dijo cada una.

Ambas agradecieron a sus costosos terapeutas por ayudarlas a darse cuenta de que ellas nunca podrían amar verdaderamente a alguien más hasta que no se amaran a sí mismas.

¿Les molesta si hago una predicción cínica? Esta no será la última vez que veré los nombres de estas chicas en los titulares. Ellas no han descifrado el secreto del amor duradero. “Amarse a ellas mismas” no mantendrá la llama del hogar ardiendo para siempre. ¿Cómo lo sé? Porque la Biblia nos da una fórmula para el amor duradero que no nos enseña a amarnos a nosotras mismas primero.

¿Qué hay del segundo mandamiento?

Jesús estaba hablando acerca del amor cuando dijo esto,

“Y el segundo es semejante a este: Amarás a tu prójimo como a ti mismo”, Mateo 22:39.

Si tan solo arrancaras de un tirón esa oración fuera de la Escritura, sonaría como si Jesús ordena el amor propio antes que el amor a otros. Por eso es que necesitamos ensanchar un poco el ángulo de nuestra cámara. Justo antes de este pasaje, Jesús dictó el mayor de los mandamientos. ¡No te lo pierdas!

“Y le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el grande y el primer mandamiento”, Mateo 22:37-38.

Cuando se trata de amor, Jesús dice que primero debemos amar a Dios con todo lo que tenemos. Ama a Dios con todo tu corazón en vez de darle pedazos de este a un chico. Ama a Dios con toda tu alma, haciéndolo el único objeto de tu adoración. Ama a Dios con toda tu mente, pasa tu tiempo pensando en Él. Soñando con Él. Imaginándote la vida con Él, en vez de crear una vida de fantasías a base de sueños acerca de algo (o de alguien). Una vez que hayas hecho a Dios tu primer amor entonces…

“Amarás a tu prójimo como a ti mismo”

¿Y qué si no me amo a mí misma?

El hecho de que nos amemos a nosotras mismas ya se asume aquí. De otra manera Jesús habría dictado tres mandamientos. Primero, amar a Dios. Luego, amarse a sí mismo. Finalmente, amar al otro. Si eres como yo, podrías estar pensando: “¡pero no me amo a mí misma!. Detesto mis ojos, mis muslos, mi risa, etc.” Pero aquí Jesús no estaba hablando acerca del autoestima. Él estaba reconociendo el hecho de que en última instancia, todos buscamos ser el número uno.

Pablo lo dijo de esta forma,

“Porque nadie aborreció jamás su propio cuerpo, sino que lo sustenta y lo cuida, así como también Cristo a la iglesia. En todo caso, cada uno de vosotros ame también a su mujer como a sí mismo, y que la mujer respete a su marido”, Efesios 5:29,33.

Autoestima es que te guste todo de ti. Es pensar que eres la gran cosa. Es mirar al espejo y amar a la chica que te está mirando. No te conozco, pero mi autoestima parece que está en un modo eterno de montaña rusa. Un minuto está alta y al siguiente cae. En el próximo minuto estoy sintiéndome toda confundida y patas para arriba.

Pero a la larga, todavía cuido de mí. Todavía como. Todavía duermo. Todavía hago las cosas que me hacen feliz. Ese es el tipo de amor propio del que Jesús y Pablo estaban hablando. Aun cuando sentimos como si fuéramos la chica más fea del mundo, todavía tenemos cuidado de nosotras y nuestras necesidades básicas. Jesús nos llama a nutrir y querer al otro de la misma manera.

Quiero saber lo que es el amor

Jesús nos dijo que lo amemos a Él primero y segundo a otros por una buena razón. Primero, Él es digno. Él nos creó. Él nos rescató. Él merece cada parte de nosotros. Más allá de eso, nosotros necesitamos amarlo a Él primero y segundo a otros porque Él es el maestro fundamental en cuanto al amor se trata. ¿Has notado que todos estamos luchando para descifrar esta cosa del amor? Ninguno de nosotros realmente sabe cómo amar y ser amado, pero Dios sabe.

Él es amor después de todo.

“El que no ama no conoce a Dios, porque Dios es amor”, 1 Juan 4:8.

Es sólo por Su gran amor por nosotros que sabemos lo primero acerca de cómo amar al otro.

“Nosotros amamos, porque Él nos amó primero”, 1 Juan 4:19.

¿Necesitas aprender a “amarte a ti misma” antes de que afortunadamente puedas enamorarte? No tanto. Sí necesitas amar a Dios con cada esquina de tu corazón. Mientras lo haces, algo asombroso pasará. Cambiará el modo en cómo te ves a ti misma. A medida que te veas a ti misma a través del lente de la Palabra de Dios, vas a empezar a conocer qué tan ancho y profundo y eterno es el amor de Dios por ti. 

El amor de Dios también se extenderá a tus relaciones con los demás. Eso quiere decir que:

Puedes ser fiel a una persona porque Dios es fiel a ti.
Puedes perdonar cuando te hayan herido porque Dios ha perdonado mucho de ti.
Puedes ser amable y gentil con otros porque Dios ha sido amable y gentil contigo.
Puedes ser humilde porque Dios es humilde.
Puedes sacrificarte por otros porque Jesús sacrificó mucho por ti.

Dudo que cualquier terapeuta de celebridades me enviará su lista de clientes, pero si lo hace, abriré mi Biblia y les mostraré esta fórmula del verdadero amor.

Paso 1: Reconoce que Dios es la fuente del amor

Paso 2: Busca amarlo a Él con todas tus fuerzas y todo lo que tengas

Paso 3: Pídele a Él que te ayude a amar a otros y a cuidar de ellos como lo haces contigo misma

Paso 4: Repítelo con mucha frecuencia


Por Erin Davis

Loading controls...