Para cuando el desánimo parece mayor que la esperanza

No todo lo que sucede es el resultado de una mala decisión, a nivel personal me refiero. Y esta es una frase que he tenido que repetirme muy a menudo. Aunque a nivel intelectual mi cerebro la entiende muy bien, a veces pareciera haber cierta desconexión entre ese pensamiento y mi corazón.

Creo que se nos olvida, con mucha frecuencia, que este es un mundo caído y que las aflicciones forman parte del paquete. Las aflicciones vienen en todas formas, colores, épocas, tamaños y definiciones. Pero llegan, no creas ni por un instante que estamos exentos solo porque hemos creído en Cristo. Él mismo nos lo dijo claramente (en Juan 16:33 lo encuentras).

Lo que sucede es que nuestra naturaleza se resiste porque en el principio no fue así, fuimos creados para otra clase de mundo y ahora, al transitar por este, se nos hace doloroso.

¿A dónde quiero llegar con esto y por qué un comienzo aparentemente tan sombrío para este artículo? Primero, quiero que entiendas esa verdad, aunque muchas veces tomamos decisiones que acarrean consecuencias desastrosas, no todo lo malo que sucede a tu alrededor es resultado de eso. Las decisiones de otros, o los efectos del pecado que nos rodea por todas partes, también son culpables. Y esto es importante porque de lo contrario, vivimos presa de la culpa eternamente.

(Un paréntesis para decir que si lo que está sucediendo sí es resultado de una mala decisión que tomaste, Dios es Dios de gracia, y no hay condenación para los que estamos en Cristo. ¡Hay nuevas oportunidades!)

En segundo lugar, porque quiero compartir contigo la esperanza que ha sido ancla en mi vida. Tal vez no sepas que mi tendencia natural es “ver el vaso de agua medio vacío”, lo que es una manera diferente de decir que no soy de por sí alguien que ve el lado bueno de las cosas. Lo contrario me resulta mucho más fácil. Y es ahí donde Dios ha hecho una obra grande, o quizá deba decir, donde está haciendo una obra, porque todavía no ha terminado.

En los últimos años Él ha usado varios factores, pero sobre todo su Palabra, para transformarme. Antes podía leer Romanos 8 y entenderlo, pero no creerlo. Y tal vez te suceda a ti también. ¡Escúchame, por favor! La Palabra de Dios no es para ser procesada a nivel intelectual, la Palabra de Dios es el arma que Él nos ha dado para defendernos de las mentiras del enemigo y el medio que su Espíritu usa para transformar y renovar nuestra mente.

Es por eso que digo que Dios ha hecho una obra en mí, porque me ha llevado a creer su verdad y vivirla. ¿Qué si ya alcancé la meta? Claro que no, pero como dijera Pablo, hacia ella prosigo.

Entonces, Romanos 8:28 es el versículo que se ha convertido en ancla cuando el desánimo que provocan las circunstancias quiere apoderarse de mí.

«Y sabemos que para los que aman a Dios, todas las cosas cooperan para bien, esto es, para los que son llamados conforme a su propósito.”

Dios, el Dios al que por medio de Cristo puedo llamar Padre, usa esas mismas circunstancias grises y deprimentes para provocar el efecto contrario y recordarme que está obrando, para mi bien, y para su gloria. ¡Y eso alimenta mi fe y me llena de paz!  

En tercer lugar, el Señor me ha rodeado de personas que me ayudan a recordar esta verdad y que son agentes de ánimo, comenzando por mi esposo. Eso ha marcado una gran diferencia. Alguien que hable verdad a nuestra vida, la verdad de Dios, es crucial. Pero va más allá, he comprobado cuán valioso es tener compañeras de oración, hermanas en Cristo que se convierten en un puerto seguro y en una fuerza de apoyo.

Si no tienes alguien así en tu vida, pídele al Señor que te ayude a encontrarla. ¡Y que tú puedas serlo para otra persona también!

A ti que estás leyendo estas palabras, y que tal vez estás pasando por un tiempo de desánimo debido a circunstancias que no puedes controlar, ¡Dios sigue teniendo el control! Su verdad no cambia, su promesa de que todas las cosas cooperan para el bien de quienes lo aman sigue estando en pie. Créela, abrázala, guárdala en tu corazón, y espera.

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