Para los días en que andas cabizbaja

Había estado muchas veces en ese lugar. Y regresaba otra vez. Dolida, no por las palabras dichas, sino por las no dichas. A veces eso duele tanto o más. Quizá un tanto decepcionada. Batallando por ver entre lo oscuro de la confusión de sentimientos y expectativas.

¡Sálvame! ¡Sálvame, Jesús!

Hace muchos años ya que conozco a ese Salvador, pero aquel día otra vez clamé desde lo profundo de mi ser: “¡Sálvame!” Y sin entrar en mucha teología, no estaba clamando por la salvación de mi alma en términos de vida eterna. Eso quedó sellado el día en que rendí mi vida a Cristo bajo la sombra de un árbol en mi primer año de la universidad. No, ese día clamaba por salvación de esos sentimientos que me ahogaban, que me pesaban tanto que no me dejaban respirar, que batallaban por ahogar toda alegría y me dejaban sintiéndome sola.

Salvador… del griego soter {salvador, liberador, preservador}, cuyo origen quiere decir: guardar, mantener sanos y salvos, rescatar del peligro o destrucción.

Ese era el Salvador que yo necesitaba en ese momento, el mismo de quien Juan dijo: “Y nosotros hemos visto y declaramos que el Padre envió a su Hijo para ser el Salvador del mundo”. Necesitaba que me salvara, me guardara, que me rescatara… de mí misma, de mis pensamientos, de mis sentimientos, de mis falsas expectativas, del dolor.

¿Sabes de qué hablo? Quizá te has sentido o te estás sintiendo así. La vida, el día a día, te pesa mucho, te agobia. Lo dicho, lo no dicho, lo soñado que no se cumplió, la meta que no se alcanzó… te aplastan. Y por un instante te sientes como una hormiga triste y cabizbaja.

Sí, son momentos de la vida, experiencias. Pero tenemos un SALVADOR. Alguien que cuando fue clavado en la cruz no solo te dio entrada a la vida eterna y te reconcilió con el Dios Creador del Universo, sino que además vino para guardar, rescatar tu vida en medio del día a día.

Mira las palabras proféticas de Sofonías con respecto a la venida de ese Salvador, Mesías:

«¡Ánimo Sión! ¡No temas! Pues el Señor tu Dios vive en medio de ti. Él es un poderoso salvador. Se deleitará en ti con alegría. Con su amor calmará todos tus temores. Se gozará por ti con cantos de alegría».

La vida pesa, pero Dios nos dice: “¡ánimo, no temas!” Y todavía más asombroso, él vive en medio de ti, en medio de mí, en medio del día que a veces agobia, en medio de las cosas que nos hacen andar cabizbajas. Él es un Salvador poderoso.

Esa frase también pudiera traducirse “guerrero que da la victoria”. Él nos da la victoria sobre todo lo que nos aplasta. Y con su amor calma todos mis temores, tus temores. Lee esa frase otra vez. Con su amor Dios calma mi temor; con su amor me consuela cuando el sueño no se cumplió; con su amor me abraza cuando otra vez caigo ante la oscuridad del pecado; con su amor calma mi temor ante la perspectiva de lo desconocido… Con su amor tan grande que lo llevó a la cruz, a soportar la muerte, ¡a vencer para salvar!

Y no termina ahí, sino que se goza con cantos de alegría. ¿Te imaginas? El Dios del cielo, a quien muchas veces presentamos nuestra ofrenda de cantos, se goza por ti y por mí.

Sí, él es un Poderoso Salvador que espera que le digamos “sálvame” en cualquier circunstancia, eso es parte de su función. Dios no espera que conquistemos solas los montes, él quiere acompañarnos, él quiere salvarnos. Él es el guerrero poderoso que nos da la victoria cuando luchamos con los sentimientos de hormiga, él es poderoso para salvar, vive en medio nuestro y nos calma con su amor.

Me lo demostró una vez más. Fue el Salvador en medio de mis luchas, me mostró la verdad a la luz de su Verdad y cambió mi perspectiva de hormiga cabizbaja a hija amada. Y lo puede hacer hoy también contigo.

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