Pérdida y soledad

“¿Por qué te abates, oh alma mía, y te turbas dentro de mí?” – Salmos 42:11

La pérdida y la soledad están siempre presentes en nuestra realidad.

Experimenté la pérdida siendo adolescente. Aunque la oscura y opresiva nube de tristeza, miedo y desesperación se ha ido, ha dejado cicatrices que, de vez en cuando, han afectado mi vida adulta.

Tampoco soy extraña a la soledad. Recuerdo el momento en el que entré al internado en África y mi familia se alejó en el carro, sumiéndome en una enorme soledad. Como persona introvertida, hacer amigos era y es duro, pero todos anhelamos estar con otras personas. Tenemos un deseo dado por Dios de que nos conozcan y de ser amados, de sentirnos valorados, apreciados e incluidos.

La soledad y la pérdida pueden ser parte de nuestras vidas por una razón o por muchas. No tenemos más que ver los Salmos para ver a sus autores derramar su corazón lleno de soledad, miedo, confusión y duda. En el Salmo 42, David admite tener una profunda tristeza al punto tal de que sus lágrimas eran su única comida (v. 3).

La Trampa de la Desesperación

Desde el momento en el que el pecado entró en el mundo a través de Adán y Eva, las experiencias de pérdida y soledad han sido una parte constante del quebrantamiento humano. La pérdida de la vida, de un trabajo, las finanzas, la pérdida de la inocencia de la confianza, del gozo y la comodidad.

La pérdida y la soledad traen sentimientos terribles. Nos empujan a hacer cosas que no son buenas para nosotras y que no glorifican a Dios. Muchas de nosotras podemos dar rienda suelta a nuestros sentimientos y hundirnos en nuestra tristeza y desesperación, dejando que se lleve nuestra energía, disciplina, motivación y cuidado.

Otras harán lo que sea para evitar estar solas o experimentar la pérdida. Quizás esto signifique nunca estar sin pareja o estar siempre rodeada de gente. Otras mentirán, robarán o manipularán para gustar a otros.

La Libertad de la Verdadera Esperanza

Pero una de las lecciones que aprendemos de David es que nunca se permite quedarse en los brazos de la desesperación. Él siempre regresa a la única verdad que puede hacerle a él (y a nosotras) libre. Nuestra esperanza es Dios. Siempre Dios.

“¿Por qué te abates, oh alma mía, Y te turbas dentro de mí? Espera en Dios;”

Dos veces en el Salmo 42 David le dice a su alma que tenga esperanza en Dios. 

Su fe razona con sus miedos, su esperanza lucha con su tristeza – C.H. Spurgeon

¿Por qué? Porque aunque podamos perder todo lo terrenal, no podemos perder nada espiritual. Todo lo eterno que tenemos está seguro. No podemos perder nuestras almas o nuestra salvación porque no podemos perder a nuestro Dios. Por tanto Su amor por nosotras y Su fidelidad es una roca sólida. Puesto que Dios es omnipresente, Su bondad y Su consuelo nos rodea todo el tiempo. Su compasión nunca se termina y Su fuerza está ahí para sostenernos y guiarnos.

El quebrantamiento trae pérdida y soledad a todos los humanos sin excepción. Pero aquellos que llaman al Señor encontrarán consuelo y sabiduría para hoy y fuerza para mañana. Entonces alabaremos al Señor y experimentaremos Su gozo divino. 

Por Jen Thorn

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