Perteneces a la realeza…

Así que ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos, y miembros de la familia de Dios.” – Efesios 2:19

El sentimiento de no pertenecer a algo es terrible. Sentirte como alguien de fuera, que no se es bienvenido, estar incómodo, que te miren por encima del hombro, excluido, malentendido, despreciado o, simplemente, ignorado. Es fácil sentirse así en un mundo en el que la belleza, la riqueza y el estatus son tan codiciados, un mundo en el que la gente está siempre intentando sobrepasar a los demás para conseguir recompensas, admiración y aceptación.

Pero tú y yo no necesitamos buscar que el mundo nos dé una palmadita en la espalda y nos de ánimo. Pertenecemos a algo más grande y más importante. Pertenecemos a Dios y, por tanto, a Su familia real. El Rey de todas las naciones es nuestro Padre. No necesitamos preocuparnos sobre sentirnos como extraños o no pertenecer al mundo. Ya pertenecemos. Ya hemos sido aceptadas para siempre. Somos amadas apasionadamente.

¿Qué efecto debería tener esto en aquellas de nosotras que tenemos Su sangre real en nosotras?

1 – Deberíamos tener gozo.

¿Qué razones podríamos tener para estar tristes? ¿Por qué dejamos que las preocupaciones de nuestros días nos sobrepasen? El Rey nos ama no solo con afecto, sino con acción. Él se preocupa por los Suyos. Él trabaja sin desmayo, todas las cosas para ese final cuando Cristo vuelva, cuando el pecado se haya ido y seamos hechas como nuestro Salvador (1 Juan 3:2).

2 – Deberíamos tener paz.

¿Qué te hace perder la paz? En el mundo suceden cosas que nos asustan – incluso en los países en los que muchas de nosotras vivimos. Es fácil perder la vista de la verdad, pero vuelve a poner tus ojos en ella. La verdad es que, si pertenecemos al Rey, no encontramos lugar en el mundo. Podemos perder la vida, pero no nuestras almas. Podemos perder el día, pero no el futuro. En todas las cosas ganamos y somos más que vencedores. Tendremos victoria, así que tenemos esperanza.

“Mi carne y mi corazón desfallecen; Mas la roca de mi corazón y mi porción es Dios para siempre.” – Salmo 73:26

3 – Deberíamos tener una actitud de adoración.

¿Alabas? Y me refiero a más que el domingo por la mañana. ¿Estás postrada por lo que Dios ha hecho por ti, por la misericordia que te ha dado y por la gracia sobre gracia que derrama sobre ti cada día? ¿Estás maravillada de quién es Él? Hemos ofendido al Rey más grande y Él nos ha perdonado, nos ha dado Su nombre, nos ha vestido con Sus ropas y nos ha dado un lugar en Su Reino. La adoración es la única respuesta.

Aunque David no era perfecto, fue un gran rey para Israel. Dios es un Rey mejor. Y aunque no nos lo merecemos, eres parte de Su familia. Considera estas hermosas palabras de ánimo de James Meikle (1730-1799):

“Es verdad que ahora los hijos adoptados por Dios son como nobles viviendo secretamente en una tierra extranjera. Su pedigrí no es conocido, su grandeza no se ve, y por tanto su nobleza no es ni admirada ni codiciada. Pero vendrá un día en el que todos los hijos de Dios harán su aparición gloriosa en una multitud majestuosa. ¡Qué belleza habrá alrededor de ellos! Estarán vestidos con ropas de gloria, con palmas de victoria en sus manos y con el título del pacto, que contiene todos los privilegios de adopción en él, y se hará una proclamación majestuosa, que todos los hombres escucharán, como los ángeles y los demonios – ‘¡Estos son los hijos del Dios viviente!’”

Por Jen Thorn

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