Por favor quédate

“Pero Rut se aferró a ella” – Rut 1:14

El comienzo del libro de Rut nos plantea una tragedia familiar, todos los hombres están muertos y tres mujeres quedan como barco a la deriva. Bien pudiera ser el trágico final de una familia que encuentra refugio en los campos de Moab y allí se establecen. Pero  lo curioso es que a nosotras hoy nos llega como el inicio de la historia: los tres difuntos –Elimelec y sus hijos– y también las tres viudas ya contaron toda la historia que tenían para contar, ahora es el turno de Dios.

Noemí está cerrando un ciclo en Moab con lo cual cerrará la historia de su vida. Toma la decisión de regresar a Belén, pero aún le queda algo pendiente, romper forzosamente los lazos que la unen a sus dos nueras, y entonces les pide: “¡miren, vuelva cada una a la casa de su madre! Que el Señor las trate a ustedes con el mismo amor y lealtad que ustedes han mostrado con los que murieron y conmigo” – Rut 1:8

Ya no hay nada que las pueda unir. Orfa lo había estado premeditando, y aunque deseaba quedarse con Noemí, era realista, tenía más futuro dentro de Moab que siendo extranjera al lado de una anciana que pronto moriría. Orfa aceptó el fin de esta convivencia y se despidió.

Pero justo antes de que Noemí pusiera punto final a la historia, aparece Dios en escena, moviendo el corazón de Rut a permanecer al lado de su suegra. Dios nunca llega ni antes, ni después. Entonces Rut se aferra a ella, no la quiere soltar, no soporta la idea de dejarla ir así como si nada.

Creo que aunque Rut era moabita, había aprendido a amar al Dios de esta familia hebrea, había aprendido a conocer a Dios y supo en el fondo de su corazón que lo correcto era permanecer al lado de esta débil anciana que la conduciría hasta la gracia de Dios: “Tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios será mi Dios”.

Esto me hace pensar en cuán superficiales somos las jóvenes de esta generación. Si una amistad no funciona, es fácil darle de baja y buscar una nueva amiga; si las cosas en casa no andan bien, es más fácil encerrase en el cuarto o mejor irse de casa. Ahora es tan fácil desechar a las personas, como cambiarte de ropa.

He leído en internet algo como esto: “Para que nada nos separe, que nada nos una”. Esta manera de  pensar es opuesta radicalmente a lo que Cristo nos ha enseñado. Lo que hace es debilitar nuestras relaciones fomentando el individualismo y el orgullo del corazón. Ser una joven cristiana te lleva a  vivir tu fe con otros, estar dispuesta a luchar por la unidad y practicar el amor que es leal y misericordioso.

Rut nos deja una maravillosa enseñanza: el amor leal. ¿Tienes una madre que detestas? Abrázala y quédate con ella, con la ayuda de Dios sana esa relación. Muéstrale amor. ¿Tienes una amiga convertida en enemiga? Perdónala y quédate junto a ella, haz que funcione de nuevo. ¿Tienes hermanos/as que aunque viven en el mismo techo no se conocen? Ve a su cuarto y aférrate a ellos. ¿Conoces a alguna chica por quien la gente piensa que no vale la pena luchar? Acércate y quédate con ella sin importar lo que pase.

Sé como Rut, demuestra un amor leal y fiel que permanece aún en las peores circunstancias. Haz lo que hizo Rut, quédate justo allí, en el lugar donde Dios te ha colocado. 

Estoy segura que Noemí, en el fondo de su corazón, necesitaba que Rut se quedara con ella. Todas estas personas esperan que tú también lo hagas.

Por favor quédate.

Por Angélica Jiménez

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