¿Por qué está herida la familia?

Me llegó un mensaje por WhatsApp que me puso a pensar. Desconozco su autor –pues de lo contrario le daría con muchísimo gusto todo el crédito por tan buen artículo– pero refleja con bastante acierto los motivos por los cuales las familias están divididas y fracturadas.

La familia está fracturada no por filosofía o ideología de género, sino porque no tenemos raíces profundas de fe. Está fracturada porque tenemos invertidos nuestros valores y prioridades. Trabajamos sin descanso por una casa, un carro y unos bienes perecederos, y ponemos nuestro corazón y nuestras metas en esas cosas pasajeras y superfluas, descuidando lo más importante.

La familia está herida porque no le inculcamos a nuestros hijos el amor a Dios y al prójimo, porque no aceptamos que nuestros hijos sean personas con defectos y necesitados de corrección. Porque no toleramos que se les llame la atención y nos comportamos como fieras cuando algún profesor los llama al orden. Está herida porque le huimos a la palabra sencillez, porque resistimos la austeridad y no toleramos la pobreza. Porque creemos que tenemos el derecho de ser servidos, pero no nos gusta servir. Porque criamos hijos orgullosos y soberbios al haberles puesto el mundo en bandeja y les robamos la capacidad de aceptar la frustración y la dificultad que los enseña a ser humildes y desarrollar su carácter.

La familia está herida porque no sabemos perdonar, porque no sabemos hablar sin herir al otro, porque les pedimos a los nuestros una perfección que nosotras no tenemos. Porque caímos en la trampa de considerar el matrimonio como algo desechable.

La familia está herida porque sacamos a Dios de nuestro corazón, de nuestros hogares y lo estamos sacando de nuestras iglesias. Está herida porque relativizamos la Verdad, porque nunca hay tiempo para orar, porque aceptamos la infidelidad, el maltrato verbal y físico, porque humillamos a nuestra pareja delante de nuestros hijos o nuestros amigos. Porque somos indiferentes y guardamos silencio ante el pecado y la maldad.

Definitivamente es tiempo de ser mejores familias, es tiempo de reconocer humildemente nuestros errores, es tiempo de dar lo mejor de nosotros mismos. Es tiempo de dedicarle tiempo a nuestros hijos, de decirles “aquí estoy”, de enseñarles más que con palabras con obras, que aunque la vida sea dura, siempre podrán contar con nuestra ayuda. Es tiempo de abrir las puertas de nuestros hogares de par en par para dejar entrar a Dios. De volver al primer amor, de llenar las tinajas de vino que se agotaron cuando le dijimos a nuestros(as) esposos(as) que estaríamos con él(ella) en la salud y la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza.

La familia no ha sido lastimada tan solo con la corriente de nuevas doctrinas e ideologías que tanto nos alarman. Sino que tal vez tú o yo como padres nos hemos encargado de abrir heridas en aquellos que decimos amar con toda nuestra alma. Tal vez hemos perdido el norte por estar buscando las cosas de abajo y olvidado las de arriba.

¡Sí, eso es! Se nos olvidó que la meta es el cielo.

El Señor nos ayude a re-encaminar nuestros pasos y re-orientar nuestra mirada para ser mejores familias donde reine el amor de Dios. Donde se ame al Señor por encima de todas las cosas… Familias conforme al corazón de nuestro Señor y Creador.

¿Reconoces las heridas de tu familia inmediata? ¿Está herida por falta de tiempo, perdón, comunicación, infidelidad, consideración o egoísmo? ¿Tu familia extendida está lastimada por falta de atención, cortesía, interrelación o chismes? ¿Qué tal tu iglesia o hermanos en la fe, están divididos por errores doctrinales, falta de perdón y humildad, por pecados prevalecientes, o están lastimados por la falta de crecimiento espiritual, tacto, hostilidad verbal o desengaños? Confiésalo todo a Dios, ponte a cuenta con tu hermana(o) y restaura la herida de tu familia.

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