Por si llevas tiempo esperando, y necesitas aliento

No nos gusta esperar. Eso creo que ha quedado establecido claramente en nuestra cultura, no importa dónde vivamos. En una u otra medida preferimos, si podemos, evitar la espera. Pero el otro día, mientras leía un pasaje muy conocido de la Biblia, saltaron a mi vista dos cosas que Dios nos dice para los tiempos de espera. 

El pasaje en cuestión es Salmos 27:14.

“Espera al Señor; esfuérzate y aliéntese tu corazón. Sí, espera al Señor.”

Este es un salmo de David, alguien que vivió de primera mano la experiencia de tener que esperar en Dios. A veces se nos olvida que entre el momento en que Samuel lo ungió como próximo rey de Israel y su llegada oficial a ese puesto, pasaron años. No días, no meses, ¡años! Aproximadamente 15 años. En ese lapso le tocó seguir lidiando con hermanos que lo menospreciaban, pastoreando ovejas, huir como fugitivo víctima de los celos de Saúl, y muchas otras cosas más.

Me pregunto cuántas veces batalló porque su corazón se desanimaba ante la espera que no terminaba. Supongo que fue justo en uno de esos momentos cuando escribió las palabras que hoy conforman este salmo y donde encontré las dos piedras preciosas que quiero compartir contigo. ¡Veamos!

El versículo que cité contiene cuatro verbos en forma imperativa, es decir, como una orden. Uno de ellos se repite dos veces: espera (2 veces), esfuérzate y aliéntese. Normalmente cuando repetimos algo es porque queremos que quede claro, que la otra persona lo recuerde o que podamos nosotros mismos memorizarlo. Así que dos veces nos dice: ¡Espera! Pero no es esperar por esperar, no, el pasaje dice “espera al Señor”. 

En la vida cristiana no esperamos a que “el tiempo todo lo resuelva”, ni a que “las cosas caigan por su propio peso”. Cuando conocemos a Dios sabemos que él tiene su propio horario y, por tanto, esperamos en él: en su soberanía, en su sabiduría, en su provisión, en su cuidado, en su protección.

Cuando la Biblia te diga “espera en Dios”, es un recordatorio de que él está pendiente de tu situación porque el Padre no se olvida de los hijos (Isaías 64:4).

Sin embargo, el versículo continúa indicándonos otras dos acciones; la primera, esfuérzate. ¿Parece contradictorio? Por un lado, nos dice que esperemos, y por otro, que nos esforcemos. Creo que si vemos el pasaje en otra versión podemos tener una idea más clara. Mira cómo lo dice la Reina Valera Contemporánea:

“¡Infunde a tu corazón ánimo y aliento!”

En los tiempos en que nos corresponde esperar nuestro corazón es propenso a desanimarse, a perder fuerzas, pero la Palabra nos dice, y hago una paráfrasis: inyecta a tu corazón de ánimo, dale aliento. 

Mi querida lectora, es posible que ahora mismo tú estés necesitando una dosis extra de estas dos medicinas. ¿Cómo puedes animarte y cobrar aliento si todo a tu alrededor luce sombrío? ¡Corre a la Palabra de Dios! Ahí está la medicina, y en dosis abundantes. El mismo salmo 27 está lleno de ánimo y aliento. Mira, por ejemplo, los versículos 1 y 13:


“El Señor es mi luz y mi salvación;

¿a quién temeré?

El Señor es la fortaleza de mi vida;

¿de quién tendré temor?”

 

“Hubiera yo desmayado, si no hubiera creído que

había de ver la bondad del Señor

en la tierra de los vivientes.”


Esfuérzate recordando las promesas de Dios; buscando su consuelo, su esperanza, su fuerza. No mires las circunstancias. Sé valiente al creer y confiar. Dale aliento a tu corazón con ese combustible que nunca se agota. Cualquier otra cosa a la que acudas en los momentos de espera o dificultad resultará temporal o insuficiente, pero la Palabra del Señor es nuestro sustento seguro (Salmos 119:28).

Vivir como Dios lo diseñó es aprender a esperar en él.

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