¡Primero tú!

“…[Jesús] se humilló a sí mismo…”, Filipenses 2:8

El sherpa tibetano Nawang Gombu y el norteamericano Jim Whittaker alcanzaron la cima del monte Everest el 1 de mayo de 1963. Cuando estaban por llegar, ambos pensaron en el honor de ser el primero en pisar la cumbre. Whittaker invitó a Gombu a ir adelante, pero éste se negó con una sonrisa, y dijo: “¡Primero tú, gran Jim!” Finalmente, decidieron hacerlo al mismo tiempo.

Pablo alentó a los creyentes filipenses a demostrar esa clase de humildad: “no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros”, (Filipenses 2:4). El egoísmo y la altanería pueden dividir a las personas, pero la humildad las une, porque refleja la cualidad de tener “el mismo amor, unánimes, sintiendo una misma cosa” (Filipenses 2:2).

Cuando hay peleas o desacuerdos, podemos aplacarlos cediendo nuestro derecho a tener la razón. La humildad nos llama a mostrar bondad y cortesía en lugar de insistir en imponernos: “antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a [uno] mismo” (Filipenses 2: 3).

Ser humildes nos ayuda a parecernos más a Jesús, quien, por nosotros, “se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte” (Filipenses 2:7-8). Seguir las pisadas del Señor significa hacer lo que es mejor para los demás.

Señor, ayúdame a reflejar tu humildad sacrificándome por los demás.

Por: Jennifer Benson Schuldt

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