Princesas de Disney y una vida en libertad

“Caminaré en libertad, porque me he dedicado a tus mandamientos”. Cuando lo leo casi parece una paradoja. ¿Obedecer mandamientos me lleva a la libertad? Yo creía que la libertad era simplemente hacer lo que quisiera sin obedecer a nadie ni rendirle cuentas...

Quizá has escuchado un diálogo semejante a esto que acabo de escribir, o tal vez es un monólogo, dentro de ti misma. El mundo se ha encargado de vendernos la idea de que la libertad es libertinaje, donde todo el mundo hace lo que se le antoja, cuando y donde se le ocurra. Si te pones a analizarlo, viene desde que somos pequeñas con historias tan lindas como las de las princesas de Disney. 

Veamos a Ariel, la sirenita. ¿Cuál es el centro de la historia? Ariel quiere una vida diferente a la que tiene, sin la cola de sirena y con piernas de humana que le permitan ser libre. Para lograrlo no importa si tiene que desobedecer a su papá y poner su vida en riesgo. Claro, como película al fin, el final es feliz y ella y este príncipe desconocido vivieron felices para siempre. El mismo tema se repite en libros, televisión, sistemas educativos, etc. Es una idea muy vieja, ¿sabes?, y quien primero la vendió fue Satanás en el Edén, y Eva se la compró.

Sin embargo, el autor de Salmos 119 entendió que puede haber un camino diferente. La verdadera libertad solo llega cuando obedecemos a Dios. ¿Cómo se explica eso? ¿Acaso Dios no nos va a limitar con restricciones y toda clase de impedimentos? Si fuera así, entonces lo que tenemos es una religión que nos dice “haz esto para obtener aquello”. Pero no se trata de eso. No fue para amarrarnos a una religión que Dios dio a Jesús. ¡Al contrario! Fue para liberarnos de todo tipo de cadena religiosa. 

Cuando entendemos la manera en que Dios nos ama, y que su amor es perfecto, entonces obedecer sus mandamientos en realidad es un deleite para nosotros porque sabemos que detrás de cada mandamiento de Dios hay un sistema de protección que solo busca nuestro bien. Es por eso que este hombre escribió en los versículos 47 y 48:

“¡Cuánto me deleito en tus mandatos!¡Cómo los amo! Honro y amo tus mandatos; en tus decretos medito”.

La pregunta es, ¿hemos llegado tú y yo a ese mismo entendimiento? ¿Hemos comprendido que el verdadero amor a Dios refleja obediencia en todo y no solo en aquello que nos resulta fácil o nos gusta? Fue el propio Jesús quien más adelante afianzara estas palabras: “Los que aceptan mis mandamientos y los obedecen son los que me aman” (Juan 14:21).

Amiga lectora, si queremos vivir la vida abundante que Dios diseñó tenemos que entender de una vez y por todas que es una vida de obediencia, de rendición. Dios te ama de tal manera que dio lo mejor de sí por ti, su Hijo. ¿Cómo es posible entonces que podamos pensar que cuando él nos pide que le obedezcamos, en su mente haya otra cosa que no sea nuestro bien?

No le creas al enemigo que te susurra escoger lo que tú crees que te conviene más o qué camino tomar. No le creas cuando intente venderte la idea de que Dios es un aguafiestas cósmico pasado de moda que está bien para el domingo pero no para el resto de la semana. DIOS TE AMA. Dios nos ama. Pero no podemos disfrutar de la plenitud de su amor con una vida desobediente que se resiste a sus mandamientos.

Sí, estoy de acuerdo contigo. No siempre será fácil hacerlo porque nuestro ADN ya tiene codificado el pecado y la rebelión. Pero tampoco es imposible porque tenemos en nosotros al Espíritu Santo. ¡Clama y pide ayuda cada vez que sea necesario!

Los versículo 55 y 56 son el colofón de este tema: “De noche reflexiono sobre quién eres, Señor; por lo tanto, obedezco tus enseñanzas. Así paso mis días: obedeciendo tus mandamientos”.

Entender quién es Dios nos hace obedecerle. Esta es la manera de vivir la abundancia de Dios y, como el salmista, yo también quiero pasar así mis días.

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