Mientras estaba sentada en la sala de espera del aeropuerto comencé a sentir mareos y náuseas. Todavía tenía que tomar un vuelo más. Durante mi espera, trataba de buscar alguna forma de conexión para cambiar mi vuelo, pues ya comenzaba a sentir la presión dispararse y mi cuerpo desmayar.
Aunque intenté por todas las vías, al final estaba sola, muy adolorida y sin comunicación. En ese preciso instante recordé un texto que había leído unos días atrás que se refería a que Dios escucha nuestras oraciones en medio de la aflicción.
Estar sola no era casualidad, que mi cuerpo estuviera adolorido tampoco, ni el hecho de que no pudiera cambiar mi vuelo, pues Dios quería mostrarme que Su providencia era perfecta. En ese momento, en medio de mi debilidad, comencé a clamar a Dios pues Él era el Único capaz no solo de sostenerme hasta llegar a mi destino sino también de acompañarme durante mi espera.
Pasaron las horas y ya era mi turno de abordar el avión, pero otro de mis temores se asomaba: un vuelo lleno. En ese momento me preguntaba: ¿Dios me estás escuchando? ¿Otra prueba más? Con debilidad me senté en mi asiento y Dios seguía hablando a mi corazón. En ese momento trajo a mi mente el Salmo 46:10 “Estad quietos, y sabed que yo soy Dios”.
Luego de treinta minutos las puertas se cerraron y, para mi sorpresa, mi asiento de al lado estaba vacío. Una mezcla de alivio, gozo y paz sobrecogía mi corazón. Miré a mi lado y sabía que mi Dios sí estaba escuchando mis oraciones, Él estaba a mi lado. Mi Padre celestial había "comprado un tiquete de vuelo" para estar a mi lado sosteniéndome y en ese mismo momento, con lágrimas en los ojos, comencé a orarle "Bendito sea el Señor, porque ha oído la voz de mis súplicas. El Señor es mi fuerza y mi escudo; en Él confía mi corazón, y soy socorrido; por tanto, mi corazón se regocija, y le daré gracias con mi cántico", Salmos 28: 6-7. El vuelo comenzó y el Señor estaba en medio de mí, PODEROSO (Sofonías 3:17).
¿Te has encontrado alguna vez con alguna dolencia física, enfrentando algún temor o pérdida, en una circunstancia difícil de la cual pensabas que no tenías escapatoria y que estabas a punto de desmayar, y en ese preciso instante llega tu salvavidas, la llave de esa puerta de salida, una llamada o una respuesta inesperada? ¿Qué es lo primero que ha venido a tu mente: casualidad o providencia de nuestro Dios? Cada momento de nuestros días y cada detalle de ellos, nuestro Padre Celestial entreteje un hilo de providencia. No es casualidad sino propósito.
La Providencia de Dios nos enseña que:
1. Dios orquesta TODAS las situaciones, por lo tanto no son casualidad.
2. Dios ama mostrar Su bondad para con Sus hijos.
3. Dios se compadece de nuestra debilidad.
4. Dios quiere que le clamemos en oración.
5. Dios nos manda detalles de amor y bondad para que contemplemos que Su poder y presencia están a nuestro lado.
6. Dios es Soberano.
7. Dios es FIEL.
Cada situación de tu día, sin importar lo difícil que parezca, quedará eclipsada por el poder de Dios. Nuestras vidas están en las manos de nuestro Padre celestial.
Por Natalie Mariel Castillo Franco