Puede librarnos

“He aquí nuestro Dios a quien servimos puede librarnos del horno de fuego ardiendo”,  Daniel 3:17

¿Conocemos bien a Dios? ¿Sabemos lo que Él es intelectualmente o por experiencia personal? En los días de bonanza, nuestra fe puede expresarse fácilmente con palabras y afirmar que nuestro Dios puede, pero cuando llegan las pruebas y estamos próximos al horno de fuego, es difícil decir lo mismo con plena convicción.

El texto presenta la realidad de la fe en medio de una situación difícil y peligrosa. Una sentencia de muerte, una orden impía y un horno de fuego calentado siete veces confronta la firmeza de la fe. Es en esa situación cuando las palabras suenan de un modo firme: “nuestro Dios puede”.

Tengo también esa convicción. Levanto mis ojos y observo la grandeza de los cielos tachonados de brillantes estrellas; miro a mi entorno y descubro la impactante belleza y notoria armonía de cuanto me rodea. Pregunto ahora a mi alma ¿Quién hizo todo esto? ¿Cuánto fue el esfuerzo que necesitó para realizarlo? La Biblia responde a mis preguntas: “Y dijo Dios, sea”. ¿Sólo eso?

El Salmo añade un punto más: “Cuando veo tus cielos, obra de tus dedos” (Salmo 8:3). Es decir, todo cuanto me asombra por Su grandeza, fue para Dios como un juego de sus dedos. ¿Dónde buscó los materiales para hacer el universo? “Por la fe entendemos haber sido constituido el universo por la palabra de Dios, de modo que lo que se ve fue hecho de lo que no se veía” (Hebreos 11:3). Dios trajo a la existencia lo que antes no existía, tan solo por el poder de Su palabra.

Dirijo ahora mis ojos al hombre caído y fracasado, los que están sin esperanza, sobre quienes pende la sentencia por el pecado, cuyo destino es la condenación eterna. No tienen poder personal para superar su situación. Ni ángeles ni hombres pueden encontrar la puerta de la restauración y abrir el camino de la esperanza.

Pero Dios envió a su Hijo para que ofreciese su vida por nosotros y, en una obra de gracia, nos alcanzase en nuestra ruina y nos diese, por  fe en Él, el perdón de nuestros pecados y la vida eterna. El que murió resucitó. La tumba no pudo retenerlo. Ahora, vive siempre para interceder por nosotros. Sí, es cierto, “nuestro Dios puede”.

Me acerco más al texto y descubro que “puede librarnos del horno de fuego ardiendo”. No importa cuán grande sea la prueba en que me encuentre. Puedo ver las dificultades en mi vida como ese horno de fuego que me hace temblar. No tengo capacidad para alzarme en victoria, pero aquí está la fortaleza de la fe.

Mi Dios tiene poder para fortalecerme y hacerme pasar por el fuego de la prueba sin que uno sólo de mis cabellos sufra daño. El que ha sido capaz de llevar la carga del mundo sobre sus hombros, es capaz de sostenerme a mí. Esta realidad puedo sentirla en la medida en que Él es mi Dios personal, a quien sirvo. Él “redime el alma de sus siervos” (Salmo 34:22).

Puedo confiar en Él. Es posible que el horno de fuego de la prueba me atemorice. Su boca abierta amenaza tragar mi vida, pero pasaré por el fuego y saldré a una nueva experiencia de bendición.

Oración: Gracias mi Señor porque tú estás a mi lado en todo momento, tu mano sostiene la mía y tu presencia me da aliento. Gracias porque puedo estar tranquilo, porque “mi Dios puede librarme del horno de fuego ardiendo”. En el nombre de Jesús, amén.

Por Samuel Pérez Millos

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