Hay un momento en el que tienes que detenerte a pensar ¿qué voy a hacer con mis emociones?
Es una pregunta que va a definir quién está en control de tu vida. Muchas de nosotras hemos sido entrenadas a pensar que lo que sentimos puede definir la manera en la que actuamos. Y eso es una mentira que el mundo ha insertado en nuestra cabeza. Nuestras emociones no están sentadas en el panel de control de nuestro cerebro (como vemos en las películas).
En toda la Biblia vemos que Dios le ha dado al hombre emociones como la felicidad, la tristeza, el enojo, el temor… Estos son solo algunos de los instrumentos que Dios nos ha otorgado para que podamos disfrutarle y glorificarlo.
Las emociones en sí mismas no son malas, lo que es malo y defectuoso es nuestro corazón, es nuestro pecado que invita a las emociones a dirigir nuestras vidas, sentándolas en el trono que sólo Cristo y su verdad merecen.
Si estás cansada de que tus emociones te lleven en una montaña rusa que sube y baja –si la ira te consume por una falta que no puedes perdonar, si el miedo te paraliza y te roba la seguridad que tienes en Cristo, o si la tristeza por situaciones que no puedes cambiar tiene tu alma enferma– entonces es hora de que comiences a centrar tus sentidos para usar tus emociones de una manera bíblica que te traerá libertad.
La Palabra de Dios nos dice cómo lidiar con este asunto en 1 Pedro 1:13
1. Ceñid vuestro entendimiento para la acción | preparen su mente para actuar
En la forma más literal posible, lo que ésta frase quiere decir es: amárrate a la cintura toda la ropa que te cuelga porque te enfrentarás a la acción. Lo puedo comparar cuando un karateca se amarra su cinturón porque está listo para pelear.
Lo primero que necesitas hacer es disponerte a estar alerta, ponerte en pie y hacerle frente a tus emociones. No es fácil cuando te despiertas y quieres quedarte ahí sintiendo que el mundo te viene encima. En lo más profundo de tu ser quieres creer que te hace sentir bien quedarte ahí a tener pena de ti misma. ¡PERO NO! En ese momento te levantas y preparas tu mente para actuar.
Tus emociones ya no están en el mando, tú las pones en su lugar. Tú informas a tus emociones con la Palabra de Dios y le dices a tu corazón qué es lo que va a sentir.
2. Sed sobrios en espíritu | Ejerciten el control propio
No te emborraches de pensamientos que te van a convertir en una persona tonta. El problema de una persona que está bajo los efectos de una droga o del alcohol es que ésta ve las cosas totalmente distorsionadas, se le bajan las defensas ante el peligro.
¿Cuáles son las cosas que necesitas dejar de “beber” para mantenerte sobria? Piensa en esas cosas que te intoxican la mente y el alma, conversaciones pecaminosas con tus amigas, series de televisión con alto contenido inmoral, novelas, películas, CANCIONES, tiempo a solas con tu novio o, quizás, pornografía…
Aléjate de todo lo que adormezca tus sentidos y haga dormir tu dominio propio.
3. Poned vuestra esperanza completamente en la gracia que se os traerá en la revelación de Jesucristo.
Ya que te preparaste para actuar, que tienes dominio propio, ahora necesitas informar tus emociones con la Palabra de Dios. Hacer el ejercicio de poner tu mirada en la obra de Cristo, hará que cada sentimiento pueda servir para glorificar a Dios.
Fijar tu corazón en la esperanza gloriosa de que un día estarás con tu Salvador, la esperanza de que llegará ese momento en el que todos tus anhelos sean satisfechos, donde no habrá más tristeza, ni lagrimas sino gozo por toda la eternidad, pone en perspectiva nuestra tristeza, evapora nuestros miedos.
Porque ya no hay ansiedades, porque no estaremos enfocadas en las cosas que son tan temporales y pasajeras como la traición de una amiga, o si tu papá no te demuestra amor… nada de eso podrá superar el gozo supremo de la esperanza que nos aguarda.
¿Eso significa que vamos a silenciar todas nuestras emociones? Claro que no, pero sí van a estar en el lugar correcto, siendo instrumentos para disfrutar a Dios en vez de piedras de tropiezo para una relación abundante con Él.
¿Qué vas a hacer a partir de hoy?
Por Betsy Torres de Gómez