¿Qué tal estás de tu oído?

“Que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará” – Filipenses 1:6

Parece que la personalidad de Tomás tendía a ser precavida, pensativa y, en ocasiones, dubitativa. Imagino a Tomás como alguien más tranquilo, que se guardaba las cosas y las pensaba bien. Por supuesto no sabemos si esto era así, pero sí sabemos que él dudaba. Y, a veces, dudaba de Dios.

Por supuesto, no es el único. Todos dudamos de Dios y la mayor parte del tiempo ni siquiera sabemos que lo estamos haciendo. Esto es especialmente verdad en lo que se refiere a la bondad, la providencia y la provisión de Dios. Algunos se preguntan si Dios realmente está obrando para su bien. Otros temen que no supla sus necesidades. Otros incluso creen a veces que Dios se involucra en sus vidas para hacerles daño. A veces todos luchamos por creer. Parece que la duda es parte de la fe en este lado de la resurrección.

¿De qué manera cambiamos? ¿Cómo luchamos contra la duda y fortalecemos nuestra fe?

Pablo nos dice en Romanos que la fe viene por el oír y el oír de la Palabra de Dios. Hay diferentes maneras en las que podemos “oír” la Palabra de Dios, pero todas ellas fortalecen nuestra fe.

1. Escuchamos leyendo.

Como creyentes sabemos que nuestra vida espiritual depende en gran manera de nuestro consumo de la Palabra de Dios. Por eso es que las Escrituras se comparan con el pan. Eso es lo que hace que crezcamos y permanezcamos fuertes. Nos evita enfermarnos espiritualmente. Así que cada vez que abres tu Biblia y lees una porción, estás alimentando tu alma. Cada vez que lees tu Biblia, estás oyendo a Dios hablarte y tu fe crece. 

2. Escuchamos oyendo predicar la Palabra de Dios.

Aunque pasar tiempo a solas en nuestra Biblia es muy importante, también necesitamos escuchar la Palabra de Dios predicada. Tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, el pueblo de Dios se reunía a escuchar la Palabra leída y explicada. Nuestro versículo en Romanos 10 es muy claro sobre esto. “La fe viene por el oír y el oír de la Palabra de Dios.”

Debemos asegurarnos de asistir a iglesias con buena doctrina cuyos líderes estimen las Escrituras más que cualquier historia interesante o cualquier anécdota entretenida, cuyos sermones están llenos de explicaciones apropiadas y claras del texto y que nos ayudan a ver las aplicaciones prácticas y acercarnos a Cristo. Es solo la Palabra de Dios la que cambia, anima y hace crecer nuestra fe.

3. Escuchamos estudiando a Jesús.

Sé que esto suena raro pero Juan nos dice que en el principio era el Verbo y el Verbo estaba con Dios y el Verbo era Dios (1 Juan 1:1). El Verbo creador se hizo carne y se le dio el nombre de Jesús (1 Juan 1:14).

¿Cuán bien conoces al Verbo? Y no me refiero solo a los grandes eventos de Su vida. ¿Sabes qué ganamos con Su vida? ¿Con Su muerte? ¿Con Su resurrección? ¿Sabes cómo Su bautismo apuntaba a Su muerte? ¿Cómo Su tentación lo preparó para empatizar con Su pueblo?

Cuando lees tu Biblia o cuando estás escuchando un sermón, ¿estás escuchando bien? ¿O escuchas las palabras fáciles y descartas las duras?

La fe crece a través de oír y recibir todo lo que se nos ha dado en las Escrituras, de sumergirnos en el estudio de Jesús, de aceptar las verdades difíciles que Jesús proclamó y de descansar en las buenas noticias de Su perdón y justicia.

Tomás dudó, pero una vez que sus ojos se abrieron a quién era Jesús, su duda se convirtió en fe. La fe da valentía y para Tomás esto supuso que tuvo que dar su vida por las buenas nuevas de Jesús. Cobra ánimo. Tomás no era un súper cristiano, tan solo un hombre normal transformado por el poder de Jesús a través de la fe. Tú y yo podemos ser transformadas siempre que escuchemos la Palabra de Dios. 

Por Jen Thorn

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