Resiste la avaricia. Sé generosa.

El que ama el dinero, no se saciará de dinero; y el que ama el mucho tener, no sacará fruto. También esto es vanidad” – Eclesiastés 5:10

Sean vuestras costumbres sin avaricia, contentos con lo que tenéis ahora; porque él dijo: No te desampararé, ni te dejaré” – Hebreos 13:5

Peca el que menosprecia a su prójimo; Mas el que tiene misericordia de los pobres es bienaventurado.” – Proverbios 14:21

Cada día me inspiran las personas que han dominado el arte de cultivar vidas generosas. Algunas de las personas más hermosas que conozco parecen ser grandes dadores. Tomando decisiones para vivir vidas más grandes que ellos mismos, sus manos y corazones están abiertos de par en par. Apropiándose de la mentalidad del Reino de Dios, han descubierto que en efecto más bienaventurado es dar que recibir. Nuestra cultura nos dice que esperemos las cosas grandes, las luces, los momentos grandiosos. Las personas generosas a las que me refiero buscan maneras de servir a Dios en lo pequeño, en las oportunidades de todos los días que las rodean. No esperan a que otra persona lo haga, ven la oportunidad y lo hacen.

Esto es lo que marca una vida de generosidad: una persona que dice “yo lo hago”.

Ponerse primero en la fila para suplir las necesidades de otros: el niño que necesita ayuda financiera para ir al campamento, el cajero del supermercado que ha tenido un mal día y necesita a alguien que le escuche, una familia que necesita ayuda para mudarse. Sus vidas están marcadas por haber comprendido que, cuanto más dan, más consiguen, gracias a su verdadero proveedor: Cristo. Viéndolos dar libremente su tiempo, dinero y dones, soy testigo de que sus mundos se hacen más y más grandes (Proverbios 11:24). Continuamente evalúo mi vida y la de otros y me pregunto, “¿qué nos retiene realmente de vivir con las manos abiertas?”

Creo que la verdadera lucha detrás de la falta de generosidad no siempre son los corazones tacaños, sino corazones llenos de miedo… miedo de no tener lo suficiente para nosotros mismos, miedo al futuro, miedo a lo que nos pueda faltar. A menudo, no es un asunto de amor, sino un asunto de confianza. Una seguridad de que siendo obedientes y supliendo las necesidades de otros, Cristo suple nuestra necesidad. Somos bendecidos para bendecir a otros.

Hay un denominador común en las vidas de mis amigos más generosos: un profundo amor y una enorme confianza en Dios. Me resulta interesante que el escritor a los hebreos nos dice que estemos satisfechos con lo que tenemos y confiemos en que Dios no nos abandonará. Hebreos 13:5 dice: “Sean vuestras costumbres sin avaricia, contentos con lo que tenéis ahora; porque él dijo: No te desampararé, ni te dejaré”. La Biblia nos recuerda que Jehová Jireh, el Dios que provee, nos ha prometido que NUNCA fallará o nos abandonará. Al confiar en que Él nunca nos abandonará, nuestros puños cerrados se convierten en manos abiertas para dar y vivir en abundancia. Podemos estar seguros de que Él nos cuidará.

Una vida que da es una vida guiada por el Espíritu. Es una vida agradecida que de verdad conoce el valor de todo lo que se le ha dado. La generosidad y el amor corren en paralelo el uno con el otro, obrando mano a mano como una máquina bien engrasada. No puedes tener el uno sin el otro. El amor requiere acción, requiere generosidad y nos costará algo. Cristo modeló esto para nosotros en Su vida en la tierra amándonos tanto, tan profundamente, tan ricamente.

Recuerdo hacer un voto conmigo misma como joven de que, sin importar qué, no me faltaría nada financieramente. A través del poder de Dios y de Su Palabra, ese voto interior que hice conmigo misma tuvo que romperse. Me di cuenta de que estaba viviendo una falsa verdad que había creado mucho tiempo atrás: la falsa verdad de que el dinero puede traerme seguridad o sanar un corazón herido en alguna manera.

Cuando era niña, mis padres pasaron por una temporada de divorcio y pérdida. Entre otras cosas, parte de lo que perdimos en aquella época fue en el área monetaria. A los doce años, sentada en nuestra pequeña sala en Arkansas, recuerdo correr las cortinas para ver una grúa llevarse nuestro carro. Después del divorcio de mis padres, mi madre lo tuvo muy difícil y no pudo pagar las facturas. Ese día, recuerdo sentir que el carro era una cosa más que se estaba escapando entre mis dedos.

En medio de la pérdida y con el corazón roto, recuerdo haber hecho ese voto. Sentía que el dinero podía, de alguna manera, darme seguridad, valor y estabilidad. El día que vinieron a llevarse algunas de mis cosas, vi llorar a mi madre por perder nuestra casa y nuestros carros. Mi corazón iba muy rápido y me despertaba por la noche preocupada por el dinero, por no tener lo suficiente. Las tormentas y la tragedia en la vida pueden llevarnos a hacer esto.

Con el tiempo, Dios sanó esta parte de mi corazón probándome una y otra vez que Él es mi fuente verdadera, el que suple todas mis necesidades. Él es mi Proveedor y siempre es bueno. Nuestra fuente de toda provisión no es el dinero, sino Dios. Y Él ha prometido suplir todas nuestras necesidades de acuerdo a Sus riquezas.

Como un hombre viejo, Salomón, que es conocido como el hombre más sabio, habla sobre la vida en Eclesiastés. Él nos da un mapa de carretera de los principios para la vida que llevan a la paz, la prosperidad y la satisfacción verdadera. Siendo un hombre de gran riqueza y poder, intenta mantenernos lejos del engaño de pensar que el dinero dará satisfacción. Dice que los bienes materiales no solo no darán satisfacción, sino que siempre nos dejarán queriendo más. Si una persona ama el dinero, se convierte en esclava del dinero. La avaricia es mentirosa, te dice que te aferres a todo lo material que posees. Un corazón lleno de avaricia implica una vida vacía. La avaricia siempre nos dejará con menos.

No ser generosos produce:

1. Vacío en lugar de satisfacción

2. Centrarnos en nosotros mismos en lugar de en Dios

3. Dureza

Maneras prácticas de crecer en generosidad:

1. Considera a alguien que conoces y que pienses que es una persona extremadamente generosa. Ve cómo aplica los valores en su vida al servicio a otros.

2. Todos hemos sido bendecidos en áreas de nuestra vida en las que podemos dar algo para bendecir a otros, sea con nuestro tiempo, recursos, dinero o dones. ¿Qué puedes hacer en la vida de otra persona que sea una forma de crecer en el área de la generosidad?

3. ¿Quién en tu vida podría beneficiarse y ser bendecido por tu generosidad hoy? ¿Hay alguien por quien puedas hacer algo que sea de bendición?

Oro para que esta semana podamos reevaluar y preguntar a Dios cómo podemos crecer más en esta área. Pídele al Señor cada día que puedas suplir las necesidades que veas. Siempre hay una manera de dar.

Por Meshali Mitchell

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