¡Sé diligente al llevar el mensaje!

“Y Jonás se levantó para huir de la presencia de Jehová a Tarsis”, Jonás 1:3a

La historia del profeta Jonás se ha vuelto en estas últimas semanas una de mis razones de estudio. Cuando era niña la escuché muchas veces como una historia bíblica, acompañada de una dramática canción infantil que representaba a Jonás dentro del gran pez.

Años después vuelvo a este libro, en el cual me veo reflejada en algunos aspectos y de los cuales me siento confrontada por nuestro Padre Celestial, que nos muestra Sus enseñanzas a todo lo largo y ancho de Su Palabra.

En este versículo vemos la respuesta del profeta Jonás a un mandato que el SEÑOR su Dios le había dado, la encomienda de ir al pueblo de Nínive y anunciarle su destrucción. Al parecer el profeta no estaba de acuerdo con el mandato y prefirió huir de la presencia del SEÑOR; ¿es posible huir de Su presencia?

Al leer la historia puede que no nos sintamos identificadas con esta actitud de desobediencia del profeta, pero déjame preguntarte ¿Cuántas veces hemos dejado de llevar el mensaje? ¿Cuántas veces hemos postergado obedecer a Dios? ¿Cuántas veces nos hemos deleitado en conversaciones triviales, en lugar de dedicar tiempo a hablar a otros de las Buenas Nuevas de salvación?

¿Cuántas veces hemos actuado como Jonás? Debo confesar que muchas veces me he comportado como él, dejando de llevar el glorioso mensaje de Dios por estar distraída con otras cosas, dejar de hablar a otros de la gracia, no alentando a alguna hermana o amiga que ha necesitado de mí, perdiendo la oportunidad de impactar a otras mujeres con el mensaje del verdadero diseño de Dios para nosotras.

Cuando no llevamos el mensaje nos convertimos en negligentes y, por ende, en desobedientes a la Palabra de Dios; Dios es tan bueno que nos hace volver de Tarsis a los pies de la cruz en arrepentimiento.

Seamos diligentes en llevar el mensaje, demos a Dios la prioridad en cada aspecto de nuestra vida, ¡que Él sea nuestro mayor anhelo cada día!

“Más yo con voz de acción de gracias te ofreceré sacrificios. Lo que prometí, pagaré. La salvación es del Señor”, Jonás 2:9.

 

Por Ruth Mota-Bodden

 

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