Siente, piensa… luego actúa (Parte 1)

Actuar apresuradamente y movernos por lo que sentimos sin tomar el tiempo suficiente para reflexionar, podría guiarnos a un viaje de angustia y ansiedad. Cuando tratamos de adelantar el tiempo y no alimentamos nuestra vida con los pensamientos correctos, podríamos perder la paz.

Por esta razón, es mejor vivir intensamente el presente, aprender de las experiencias pasadas y soñar con el futuro a partir de la fe y la esperanza. Para lograrlo debemos aprender a conducir nuestros sentimientos con el pensamiento correcto y la mejor actitud.

Si aprendemos a manejar nuestras emociones y a encausarlas adecuadamente, tendremos una mejor calidad de vida, menos estrés y disfrutaremos más a quienes amamos, lo que tenemos y lo que hacemos.  Por esta razón, hacer pausas para pensar, ordenar las ideas, interpretar nuestros sentimientos y definir una ruta a seguir, es la mejor forma de encarar la vida.

Actuar apresuradamente en función de lo que sentimos, no es lo más recomendable; es necesario conducir nuestros sentimientos a partir del análisis frío que nos permite tomar en cuenta las consecuencias de nuestras decisiones. Es en medio de esta reflexión que es bueno buscar el consejo de personas sabias que puedan orientarnos a considerar otras opciones y escenarios que no habíamos contemplado anteriormente. Las emociones nos impulsan, la reflexión nos guía.

Todos quisiéramos desarrollar la intuición necesaria para actuar en función de lo que sentimos porque nos parece que hay personas a las que les funciona, pero no siempre es así. Si deseamos tomar sabias decisiones, conducir nuestras emociones y vivir en paz, debemos vivir procesos que nos permitan añadir sabiduría a los sentimientos y hacer pausas que nos conduzcan a tener conciencia de lo que estamos experimentando.

La preocupación surge de pensamientos que alimentan imágenes negativas en nuestra mente, porque creemos no poder manejar o hacerle frente a la información que hemos recibido. El cerebro es extraordinario: tiene la capacidad de imaginar lo que nos están narrando, despertando ilusión, alegría o bien preocupación y ansiedad.

Por esta razón, debemos aprender a tener pensamientos correctos y a manejar nuestros sentimientos. No trate de adelantar los acontecimientos, si lo hacemos podríamos iniciar un viaje de temor, ansiedad y angustia.

Lo que le ocurre a otras personas no necesariamente nos ocurrirá a nosotros, y lo que experimentamos en el pasado no tiene porqué seguir controlando nuestro presente.

Debemos aprender a canalizar la información que recibimos, de tal forma que produzca el efecto correcto en nuestras emociones, es decir, esperanza, alegría y ánimo. Tendremos tensión si dejamos que la preocupación nos conduzca, pero buen ánimo si alimentamos correctamente lo que pensamos.

Si nos informamos adecuadamente, erradicamos los pensamientos dañinos y decidimos vivir en función de nuestras convicciones, será más fácil erradicar el temor, la ansiedad y la angustia.

Mantener la calma, enfriar las emociones, reflexionar antes de actuar y buscar el consejo de buenos amigos, es lo que nos guía a decisiones sabias y a vivir con paz y tranquilidad.

Si aprendemos a retener la alegría y a encontrar el lado bueno de las cosas, tendremos un mayor nivel de felicidad. Por eso, aléjese de ambientes contaminantes, de personas tóxicas, de mensajes pesimistas y de pensamientos caóticos. La vida es bella y debemos aprender a vivirla en esta dimensión; esto lo logramos cuando mantenemos intacta nuestra capacidad de soñar, somos agradecidos, apreciamos el gesto amable y nos dejamos amar.

Una persona alegre lo evidencia en su mirada, en el trato cálido que tiene con los demás y en su estado de ánimo. Por eso, alimente los pensamientos que le producen alegría, paz, ánimo y esperanza. Son los pensamientos correctos los que deben conducir nuestras emociones, los que producen paz, esperanza, ánimo y nos proyectan en el tiempo.

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