¿Tengo lo que necesito?

Hoy quiero detenerme en un solo versículo, el que da inicio a uno de los salmos más conocidos y repetidos, el número 23.

Cuando lo aprendí, hace ya varios años, lo aprendí en Reina Valera 1960: «Jehová es mi pastor; nada me faltará.»

Luego lo leí en otras versiones. La NVI lo escribe así: «El Señor es mi pastor, nada me falta». En esta ocasión lo leí en la Nueva Traducción Viviente, y esta es su traducción: «El Señor es mi pastor; tengo todo lo que necesito.»

Si eres un poquito observador notarás que la diferencia principal está en el tiempo verbal, futuro y presente. Y pudiéramos quizá aventurarnos por ese camino y pensar en distintas cosas. Sin embargo, lo que habló a mi vida esta vez fue la simpleza de esa declaración. Vamos a «desmenuzarla».

Quizá te sorprenda si te cuento que en una oportunidad me tocó pastorear ovejas. Estaba en la universidad, y aunque no estudié nada relacionado con los animales, nos asignaban ciertos trabajos. En aquella oportunidad ese fue el mío. Gracias a Dios era en un espacio cercado y no muy grande; mi función básicamente se reducía a darles la comida y velar que no se hicieran daño. De modo que, por unos días, yo era su pastora, ellas mi responsabilidad.

Lo cierto es que, para la gran mayoría de nosotras, esta realidad de un pastor y sus ovejas no es muy cercana, pero para alguien como David, o cualquier persona en el Israel de aquel tiempo, esta era la imagen más clara de cuidado abnegado. Y el pastor no solo cuidaba, también era o es la guía, el que provee al llevar al rebaño a un lugar de buenos pastos y agua fresca. Justo lo que leemos en los versículos que siguen.

Así que, al decir que Jehová, o el Señor, es mi pastor, eso es lo que estoy afirmando: él me cuida, me guía, provee para mí. Lo maravilloso es que este salmo de David luego tomó forma humana, en Jesús; puedes leerlo en Juan 10:11.

“Yo soy el buen pastor. El buen pastor da su vida en sacrificio por las ovejas.”

Nosotros también tenemos un pastor; uno que, por amor, incluso ofreció su vida. Cuando conocemos a Cristo y él nos rescata, dejamos de ser ovejas descarriadas para convertirnos en miembros de su rebaño.

Pero fue la segunda parte de ese versículo 1 la que me dejó meditando por largo rato.

“Tengo todo lo que necesito”.

Sí, lo sabemos de memoria, y también lo repetimos en diversos momentos de la vida, pero ¿lo creemos? ¿Realmente creemos que tenemos todo lo que necesitamos?

La verdad de este pasaje es clara y contundente: tengo todo lo que necesito, ahora mismo, aunque al considerar mi situación pueda pensar diferente. El Buen Pastor se ha encargado de que en este momento tenga justo eso, lo que necesito. Lo que a mi entender pueda faltarme, es porque él, en su divina sabiduría, ha determinado que no me hace falta. ¿Me explico? Tantas veces batallamos por cosas, tangibles o intangibles, por afectos, posiciones, lugares, creyendo que son necesarias, que sin ellas no podemos vivir, y se nos olvida que Jesús es mi pastor, mi buen pastor, y en él ya tengo TODO lo que necesito.

Cuando esa verdad se siembre en mi corazón, lo conquiste y lo dirija, las supuestas carencias ya no lo serán, porque tenemos lo que necesitamos. Y ¿sabes?, no solo estoy hablando a nivel material. Me refiero también a nivel emocional y espiritual. Él ha provisto lo que sabe que ahora es bueno para ti y para mí. Y eso que tal vez quisiéramos tener (léase incluso un afecto personal), aunque tenga sabor a carencia, en Cristo tenemos lo que necesitamos. No sé para ti, pero a mí eso me produce paz y satisfacción. ¡Podemos dejar de luchar por tantas cosas! 

No quiero tomarlo a la ligera, sé que hay muchas carencias reales, dolorosas. Crecí en un país donde ese era el tema diario. Pero en medio de ellas, Jesús fue, y sigue siendo, el buen Pastor. 

¿Lo crees? Porque si no lo creemos así, entonces seguimos deambulando como ovejitas perdidas, desamparadas, que se niegan a recibir el cuidado y la provisión del Pastor que tiene para ellas no solo lo que creen que necesitan,  ¡sino lo mejor! 

Tal vez ahora, con esta idea, quieras leer nuevamente el Salmo 23 y considerar todo lo que Jesús ha provisto para ti.

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